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Cara rara y las ramas: un maremagnum de horas aplastadas contra una lluvia que hace transpirar al vidrio mal asido del invierno; se le oye pasos a lo lejos lejos lejos, siempre yéndose. Se aplica a una mirada pétrea que pule el piso andando setenta y siete veces cada mosaico. Las verbas se espejan hasta el hartazgo como si fueran una solitura, tan tantamente repetida; gotas que descomponen lo que pasa del otro lado, deforman el tartamudeo garabateado por las anteriores y no terminan nunca de sucederse, castillos de naipes ajados que nada acaban de decir: e t e r n a m i t a d d e l c a m i n o
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y después una aceleración de garganta que también hace saltar las venas de la frente, del cuello, la pulsión que revienta nieve volcánica de glóbulos rojos, aerógrafos invisibles que disparan el termómetro un poco.
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Y si te vieras de afuera quizá también dirías pavadas. Serías también, acaso, trapecista de cartón?
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La bala viva de una mal catapulta hacia cielos belicosos, borravinos, desgastados; pero más todavía:
una fogata de cuero lánguido y sin norte, ni estrella. Motor de 1.250 cm3, 269hp, cilindros V8 cuyo combustible es variado y hasta intangible a veces agua, ojos, la nada nada nada llena de un algo picante que se esfuma con una facilidad más que vergonzosa. Cada tanto los fuegos chisporrotean resinas viejas, nuevas, y esas vetas sí que. . .
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pero al final: aire y las ramas; cara rara y las ramas, una punción que amorata tarde, lejos; más que nada a destiempo, por eso de los cruces del camino y ver perspectivas de cosas que tampoco. Entones sale de abajo de la cama una pregunta /asquerosamente/ peluda: por dónde, para qué, cuánto más, con qué fin, qué motiva?
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y zas el picotazo, porque la maldita pregunta nació enojada y se cansa de que la molesten con lo mismo de siempre. Mientras sigue lloviendo una sonata en sol menor, y a la mayor sostenida, ella, se desviste sin remedio ante la antropofagia de un espejo almizcle que se me escabulle a fuerza de una sola tecla huesuda y esconde la hoz, la disfraza de dientes, le pasa la lengua para afilarse
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/como si acaso hiciera falta/
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deambular vestigios malparidos y peor alumbrados entre requechos exasperantes, del otro lado de todas las monedas en lenguas y ojos muertos. . . y la extenuación.
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