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entre el destrozo silente de esta locura de días, hay un mojón inpostergable planes, obligaciones, sueños, sueño, ganas, y delante una fila de puertas sin número ni carteles.
hacer un parate y pensar, ver qué pasa, recordar, limpiar el cajón de la ropa interior y los pañuelos, el de las gorras, el de las cartas sin mandar y el de las sin marcar, claro.
y después pistolas, salvas de barro y margaritas para tumbas de días viejos.
pero no, suficiente tiene la muerte con su frialdad y su calvicie; nada de morir, salvo por un rato, por placer, por un brillo inesperado del contento de las calas.
un poco de charlie parker, de pearl jam y de memoria; empezar los ensayos del desastre de mañana; retomar octosílabos con la idea reciente /gracias a MIL/ de un anagrama del Martín Fierro traído de los pelos al siglo XXI, que por ahora parece querer llamarse Fermín Ortari o Arroti, ya veremos cómo, según el día, según la hora, esas veletas gallardas que van pintando con los cachetazos energéticos a la fuerza.
y nada más por ahora, algunos versos sueltos que hacen cola ante las ventanillas impersonales de la noche para llamarse de alguna manera...
de alguna madera oliente fresca
de alguna manga caerse a tus muñecas, de la comisura de tus labios a esa sed vergonzosa, inconfesable; de robarte la desnudez del silencio hasta acá, y viceversa, o sea:
mirando la luna entre las gotas de lluvia de los propios ojos, lentamente vivir el silencio de la desnudez hasta que la médula
/esparcida por los oídos/
derrita las mandíbulas a ritmo de espasmos telúricos que abracen los pies desprovistos de todo.
nada para decir, salvo que las puertas pierden su marco y los marcos cambian de cuadro a cada parpadeo; entonces me duermo, justo en la foto 69... cuando el sendero insospechado se olía ya en la vista.
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entre el destrozo silente de esta locura de días, hay un mojón inpostergable planes, obligaciones, sueños, sueño, ganas, y delante una fila de puertas sin número ni carteles.
hacer un parate y pensar, ver qué pasa, recordar, limpiar el cajón de la ropa interior y los pañuelos, el de las gorras, el de las cartas sin mandar y el de las sin marcar, claro.
y después pistolas, salvas de barro y margaritas para tumbas de días viejos.
pero no, suficiente tiene la muerte con su frialdad y su calvicie; nada de morir, salvo por un rato, por placer, por un brillo inesperado del contento de las calas.
un poco de charlie parker, de pearl jam y de memoria; empezar los ensayos del desastre de mañana; retomar octosílabos con la idea reciente /gracias a MIL/ de un anagrama del Martín Fierro traído de los pelos al siglo XXI, que por ahora parece querer llamarse Fermín Ortari o Arroti, ya veremos cómo, según el día, según la hora, esas veletas gallardas que van pintando con los cachetazos energéticos a la fuerza.
y nada más por ahora, algunos versos sueltos que hacen cola ante las ventanillas impersonales de la noche para llamarse de alguna manera...
de alguna madera oliente fresca
de alguna manga caerse a tus muñecas, de la comisura de tus labios a esa sed vergonzosa, inconfesable; de robarte la desnudez del silencio hasta acá, y viceversa, o sea:
mirando la luna entre las gotas de lluvia de los propios ojos, lentamente vivir el silencio de la desnudez hasta que la médula
/esparcida por los oídos/
derrita las mandíbulas a ritmo de espasmos telúricos que abracen los pies desprovistos de todo.
nada para decir, salvo que las puertas pierden su marco y los marcos cambian de cuadro a cada parpadeo; entonces me duermo, justo en la foto 69... cuando el sendero insospechado se olía ya en la vista.
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