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sábado, 3 de junio de 2017

Jorge Fernández Díaz, texto perteneciente a "La Hermandad del Honor"




Tenía veinticuatro años, volaba a ras del mar y estaba a punto de bombardear un destructor y una fragata misilística.
Le decían Piano porque se llamaba Guillermo Dellepiane, y era alférez en una fuerza que no tenía héroes ni próceres porque jamás había entrado en combate. Se trataba de la primera misión de su vida y acababa de despegar de Río Gallegos. Su padre se había muerto sin poder cumplir el sueño de realizar en el terreno de la realidad lo que a lo largo de toda su carrera había simulado hacer: la guerra del aire.
Tan inquietante como entrar en batalla debe de resultar el hecho de consagrar una vida a un acontecimiento que no ocurrirá. Guerreros de la teoría y el entrenamiento, muchos cazadores se reciben, se desarrollan y se retiran sin haber cazado jamás una presa verdadera. El padre de Piano , cerca de la jubilación, había muerto hacía dos años en un accidente absurdo, cuando se derrumbó un ala del edificio Cóndor. Volando hacia el blanco en un A-4B Skyhawk, el hijo venía a cumplir ahora la escena deseada y urdida por el fantasma de su padre.
Para Piano , era una misión iniciática, la última lección de un profesional de la guerra: la guerra misma. Hasta entonces todo habían sido aprendizajes y pruebas. Alférez es el primer escalafón de los oficiales, y Dellepiane ni siquiera había experimentado el reabastecimiento en vuelo, una compleja operación que en este caso consistía en acercarse volando a un Hércules, encajar la lanza de la trompa del A-4B en la canasta de combustible y cargar tanques para seguir viaje. Muchos fallaban en ese intento: se ponían nerviosos y no podían meter la lanza. "Mirá si yo no puedo, es una vergüenza", se decía. Estaba más preocupado por ese bochorno que por la muerte. Pero cuando tuvo al Hércules frente a frente no falló, y rápidamente se unió a su jefe, un primer teniente, que ordenó bajar a menos de quince metros de las olas y avanzar a toda máquina. Volaban tan bajo que dejaban estelas en el mar.Era el 12 de mayo de 1982 y una escuadrilla de ocho aviones argentinos avanzaba en silencio de radio hacia dos barcos británicos. Los cuatro primeros iban adelante y dispararían primero. Los cuatro halcones de atrás, a una distancia prudencial, tendrían una segunda oportunidad o entrarían a rematarlos.

Evadiendo misiles

Con el alma en vilo escucharon que, cinco minutos antes de llegar al blanco, los primeros cuatro aviones atacaban. En el horizonte no se veía nada pero Piano se dio cuenta en seguida de que a sus compañeros no les había ido muy bien. En dos minutos supieron que tres aviones habían sido alcanzados por la artillería antiaérea y que habían sido derribados en medio de hongos de fuego y estampidos de agua. El cuarto avión regresaba por las suyas. El sol volvía espléndido un día negro. Negrísimo. Piano vio de repente los buques enemigos. Eran efectivamente dos y les estaban disparando. En ese momento no pensaba en la patria ni en Dios, sólo veía con una cierta incredulidad esa película fantástica y en technicolor. La veía como si él no fuera parte de ella. Era un espectáculo corto y alucinante pero sin ruidos, porque en la cabina no se oía nada. Fueron fracciones de segundos: Piano contuvo el aliento verificando la velocidad y la altura, y en el momento exacto en el que pasaba por encima de uno de los dos barcos, mientras recibía y eludía disparos de todo tipo, apretó el botón y soltó una bomba de mil libras.
Las bombas impactaron en el destructor y le abrieron agujeros horribles y definitivos. Quedó fuera de servicio, pero eso Piano lo supo mucho después porque en ese instante lo único que pudo hacer fue salir rápido de la ratonera evadiendo misiles y huyendo a toda velocidad. Cuando una escuadrilla dispara, los aviones se dispersan y cada uno regresa como puede. El joven alférez se sintió solo unos minutos pero de pronto divisó la nave de su jefe y la alcanzó. No podían hablarse, porque las navegaciones aéreas eran en silencio, pero volaban juntos, como hermanos, a una distancia de doscientos metros uno del otro, con el infierno atrás y el continente adelante. Habían cumplido y volvían con la gloria; era una extraña y grata sensación.
Hasta que de repente un proyectil rasante surgido de la niebla pegó en un alerón del avión del primer teniente. Fue un golpe mortal a velocidad infinita que le hizo dar una vuelta de campana, pegarse contra la superficie del océano y explotar en mil pedazos. Todo en un pestañeo de ojos. Piano lo vio sin poder creerlo pero sin dejar de apretar el acelerador. Descendió todavía más y prácticamente aró el mar con un gusto metálico en la boca. Dependía emocionalmente de su jefe. Había bajado por un momento la guardia, pensando "me va a llevar a casa", pero ahora estaba solo y desesperado. Ahora dependía únicamente de su propia pericia, o de su suerte.
Voló un rato de esa manera, huyendo del diablo, y luego, cuando estuvo seguro de que no lo seguían, avisó al Hércules C-130, que los cazadores le llaman "La Chancha", e inició el ascenso. "La Chancha" puso la canasta y sin perder el pulso el joven alférez empujó la lanza y recargó combustible. Después voló el último tramo casi a ciegas: el mar había formado una gruesa capa de salitre en el parabrisas del avión.
El salitre de la desolación le nublaba a Piano los ojos. Lo más duro era entrar en la habitación de un compañero muerto, juntar su ropa, hacer su valija y dejarla en el vestíbulo del hotel donde pernoctaba su escuadrón. Ese ritual lo esperaba en Río Gallegos al final de aquel día en el que finalmente había tenido su bautismo de fuego en el Atlántico Sur. Los dioses, como decía la vieja sentencia griega, castigan a los hombres cumpliéndoles los sueños.
En los años sucesivos sólo recordaría esa primera misión. Y la última. En el medio únicamente quedaban vuelos de reconocimiento, incursiones en la zona del Fitz Roy, nervios terribles y más caídos y duelos. También el ánimo de los mecánicos, que siempre despedían a los pilotos de combate con banderas y aclamaciones, y el regreso de la base al hotel que, con éxito o sin éxito, con muertos o sin ellos, hacían en un jeep o en una camioneta Ford F100 cantando canciones contra los ingleses.
No tenían, por supuesto, la menor idea de cómo iba la guerra. Y cuando los trasladaron a San Julián sufrieron cierta tristeza: ocuparon una hostería y anduvieron por esa pequeña ciudad en estado de alerta total.
No eran muy supersticiosos, pero tenían cábalas y de hecho no se sacaban fotos entre ellos porque creían instintivamente que eternizarse en esas imágenes significaba un pasaje directo hacia la desgracia.
Nada pensaron, sin embargo, de aquella misión en día 13: estaba nublado y frío, y a Piano y a sus compañeros les ordenaron partir hacia las islas. Decían que los ingleses habían desembarcado y que se luchaba cuerpo a cuerpo en tierra. Los A-4B llevaban bombas, cohetes y cañones. Piano estaba, como siempre, ansioso. Aunque esa ansiedad solía terminarse cuando lo ataban en la cabina y había que salir al ruedo. Los nervios entonces desaparecían, como el torero que siente un nudo en el estómago hasta que baja a la arena y enfrenta con su capote al toro.
Pero el despegue no fue tan fácil. Se rompieron unos caños de líquido hidráulico y hubo que buscar a mil quinientos metros un avión gemelo. Al alférez lo desesperaba que su escuadrilla partiera sin él, de manera que se subió al otro A-4B y empezó el rodaje sin cargar el sistema Omega, que permitía coordinar y volar con precisión. Piano no quería quedarse en San Julián, y como los suyos ya se habían marchado llamó al jefe de la segunda escuadrilla y le pidió permiso para plegarse a su grupo. Le dieron el visto bueno y despegó sin tener bien configurado el avión. Ascendió y buscó entre las nubes el rumbo, y encontró en un momento al Hércules, que llevaba doce hombres y tenía la orden de no entrar en la zona de la batalla ni quedar al alcance de los misiles enemigos por ningún motivo.
Cargó combustible y siguió a su guía por el norte de las islas Malvinas, luego tomó dirección Este a vuelo rasante y hacia el Sur bajo chaparrones. Y se sorprendió al escuchar que el operador de radar de las islas preguntó si había aviones en vuelo. El jefe de la formación le respondió con un pedido, que les proporcionaran las posiciones de las patrullas de Sea Harriers.
Cuando llegó el informe verbal los pilotos argentinos sintieron un escalofrío. Había cuatro patrullas en el aire y una quinta al norte del estrecho de San Carlos. El cielo estaba infestado de aviones ingleses. Era una trampa mortal, y la lógica indicaba regresar de inmediato al continente.
Pero ya estaban a cinco minutos del objetivo y el día se había despejado, y entonces el guía tomó la resolución de seguir. Después descubrirían que estaban atacando un enorme vivac armado por los ingleses en Monte Dos Hermanas. Más de dos manzanas con carpas, containers y helicópteros, un campamento desde donde dirigía la guerra el general Jeremy Moore.
Todo ocurría en el término de minutos. Los A-4B iban a ochocientos kilómetros por hora y a veinte metros de distancia entre unos y otros. Los pilotos temían que una fragata misilística les cortara el paso antes de llegar al blanco. No llevaban armamento para atacar un buque; las bombas tenían espoletas para objetivos terrestres. Por la gran movilización de helicópteros de esa zona los generales de Puerto Argentino habían conjeturado que allí podía estar el mismísimo centro de operaciones de los británicos. Y no se equivocaban.
Las cartas de vuelo decían que el ataque debía hacerse a las 12.15. Y faltaban dos minutos. Los cazadores pasaron por encima de la bahía San Luis y el operador del radar de Malvinas les advirtió que los Harriers los habían detectado y que ya convergían sobre ellos. Cuando faltaban un minuto y veinte segundos la escuadrilla casi despeinó a un soldado inglés que subía una loma. Ahora los aviones, en la corrida final, volaban pegados al suelo. Más allá de la elevación apareció el campamento. Y Jeremy Moore evacuó su carpa un minuto antes de que le cayeran los obuses.
Dellepiane lanzó sus tres bombas de 250 kilos, provocó destrozos, y percibió que les tiraban con todo lo que tenían. Desde misiles y artillería antiaérea hasta con armas de mano. Era un festival de fuegos artificiales. Y casi todos los pilotos se desprendieron de los tanques de reserva y de los portamisiles e hicieron una curva para regresar por el Norte, cada uno librado a su inteligencia.
Piano voló haciendo maniobras de elusión y acrobacias, y sintió impactos en el fuselaje. Era otra vez un espectáculo increíble y aterrador. A la altura de Monte Kent se topó con un helicóptero Sea King en pleno vuelo y le disparó. Salieron dos proyectiles y se le trabó el cañón, pero una bala pegó en las palas y obligó al piloto inglés a un aterrizaje de emergencia.
Enseguida, por la izquierda, vio que pasaban dos bolas de fuego que iban directamente hacia el avión de su teniente, así que le gritó por la radio "Cierre por derecha" y siguió virando hasta ver que los misiles pasaban de largo y se perdían. Más adelante se topó con otro Sea King y volvió a intentar dispararle, pero también fue en vano: el cañón no se destrababa. Así que en el último instante levantó el Skyhawk y pasó a centímetros de las aspas del helicóptero para evitar que el piloto de casco verde lo liquidara con su gatillo.
Fue más o menos en ese instante cuando se dio cuenta de que estaba sucediendo algo inesperado: se estaba quedando sin combustible. Un proyectil le había perforado el tanque, y tenía sólo 2000 libras. Precisaba más del doble para alcanzar la posición de "La Chancha". Pero no pensaba en ese momento crucial en llegar a ningún lado sino en escapar del acoso de los Harriers. Se desprendió entonces de los portamisiles y siguió volando un trecho pidiéndole al radar de Malvinas que le dijera, sin tecnicismos y con precisión, dónde estaban sus verdugos. Los Harriers volaban a una distancia considerable, así que ya sobre el norte del estrecho San Carlos dudó sobre si debía eyectarse en la isla o tratar de llegar al Hércules. Sus maestros, en las lecciones teóricas, le habían recomendado siempre que en una situación semejante intentara regresar. Eyectarse significaba perder el avión y caer prisionero. Cruzar significaba enfrentar el riesgo de no lograrlo y terminar en el mar. Si caía no podría sobrevivir más de quince minutos en las aguas heladas, y no había posibilidades operativas de que ninguna nave pudiera rescatarlo a tiempo.
Sus compañeros, por radio, trataban de darle consejos y sacarlo del dilema. Pero su jefe tronó: "Déjenlo a Piano que decida". Y entonces Piano decidió. Salió a alta mar, se puso en la frecuencia del Hércules y comenzó a conversar con el piloto que lo comandaba. Dos hombres hicieron ese día caso omiso a las órdenes de los altos mandos: el piloto de "La Chancha" salió de su posición de protección, entró en la zona de peligro y avanzó a toda máquina al encuentro del A-4B de Piano , y un oficial de San Julián tuvo un arrebato, se subió a un helicóptero y se metió doscientas millas en el mar a buscarlo, un vuelo completamente irregular y arriesgado que no ayudaba pero que mostró el coraje suicida del piloto y la desesperación con que se seguía en tierra la suerte de aquel cazador herido de combustible que intentaba volver a casa.
El alférez escuchó "Vamos a buscarte" y trató de mantener el optimismo, pero el liquidómetro le indicaba a cada rato que no conseguiría salir vivo de aquel último viaje. "¿A qué distancia están?" -preguntaba cada tres minutos-. "¿A qué distancia están?" La radio se llenaba de voces: "Dale, pendejo, con fe, con fe que llegás". El alférez sacaba cuentas sobre la cantidad de combustible, que se extinguía dramáticamente, y pronosticaba que se vendría abajo. Y sus oyentes redoblaban los gritos de aliento: "¡Tranquilo, pibe, con eso te alcanza y sobra!" Sabía que le estaban mintiendo. Cuando llegó a 200 libras se dio por perdido. De un momento a otro el motor se plantaría y se iría directamente al mar. Comida para peces. Cuando llegó a 150 libras recordó que eso equivalía, más o menos, a dos minutos de vuelo. "¡No me abandonen!" -los puteó, porque había silencio en la línea-. De repente el piloto del Hércules C-130 creyó verlo, pero era un compañero. Piano pasó de la euforia a la depresión en quince segundos.
No rezaba en esas instancias, sólo le venían relámpagos del recuerdo de su padre. El fantasma estaba dentro de aquella cabina, metido en sus auriculares. "Dame una mano, viejo", le pedía guturalmente, con las cuerdas vocales y con los ventrículos del corazón.
El liquidómetro marcó entonces cero, y de pronto Piano escuchó que lo habían divisado y vio por fin a "La Chancha". La vio cruzando el cielo, hacia la derecha y bien abajo. Le pidió al piloto que se pusiera en posición y se largó en picada sin forzar los motores, planeando hacia la canasta salvadora. Cuando la tuvo enfrente le dio máxima potencia con una lágrima de combustible en el tanque y al ponerse a tiro pulsó el freno de vuelo y metió la lanza. Todos atronaban de alegría en la radio y se abrazaban en tierra. Piano también gritaba, pero quería abastecerse rápido, retomar el control y regresar a San Julián por su propia cuenta. Pronto descubrieron que eso no era posible. Todo el combustible que entraba, pasaba al tanque y caía por el orificio. "Quedate enganchado", le dijo el piloto del Hércules. No tenían alternativa. Volaron así acoplados el resto del camino, perdiendo combustible y con el riesgo de una explosión o de no llegar a tiempo.
Fue otra carrera dramática hasta que vieron el golfo y luego la base. Entonces el A-4B se desprendió y chorreando líquido letal buscó la pista. Piano intentó bajar el tren de aterrizaje pero la rueda de nariz se resistía. Estaba todo el personal de la base de San Julián esperando, y él dando vueltas, dejando estelas de combustible de avión y tratando de lograr que esa maldita rueda bajara. Finalmente bajó, y el alférez aterrizó, se desató rápido, se quitó el casco, saltó al asfalto y se alejó corriendo del enorme lago de combustible que se formaba a los pies del A-4B.

Medalla al valor

Hubo fiesta hasta tarde y felicidad desenfrenada en San Julián. Como Piano se consideraba vivo de milagro se tomó muchas copas y tuvieron que acompañarlo hasta su habitación: se durmió con una sonrisa y se despertó muy tarde. Era el 14 de junio de 1982 y sus compañeros le informaron que la Argentina se había rendido.
Gracias a una licencia providencial, dos días después ya estaba en Buenos Aires. La ciudad permanecía hundida en la ira y en la depresión. Y también en la indiferencia. Cualquiera que se cruzaba con Piano se le acercaba con precaución y al rato le pedía que contara todo lo que había vivido. Pero Piano no tenía ganas de contar nada. Durante años soñó con aquellas piruetas mortales, aquellos vuelos rasantes, aquellas muertes: insomnio pertinaz y espectros atemorizantes que lo perseguían como Sea Harriers impiadosos.
Le dieron la Medalla al Valor en Combate, y se mantuvo dentro de la Fuerza Aérea haciendo una callada carrera con foja intachable y mucha capacitación profesional. Hace dos años fue enviado como agregado aeronáutico a Londres. Los ingleses lo recibieron como un gran guerrero. En la misma tradición de Wellington y de Napoleón, los ejércitos europeos aún practican el honor para sus antiguos y respetables enemigos.
Las aspas atravesadas del Sea King que había derribado Piano en Monte Kent están en el Museo de la Royal Navy, y el helicopterista que conducía aquel día está vivo pero retirado. Piano consiguió su teléfono y conversó afectuosamente con él. "Me alegra no haberlo matado", se dijo.
Los veteranos ingleses que lucharon en el Atlántico Sur tienen un enorme respeto por los aviadores argentinos. Y sienten nostalgias por aquellos tiempos: "Fue la última guerra convencional -dicen-. Unos frente a los otros por un territorio concreto. Hoy todo se hace a distancia, metidos en terrenos sin fronteras definidas y por causas borrosas, con terrorismos atomizados y combatientes religiosos eternos. Con esos enemigos al final no podemos juntarnos a tomar una cerveza".
Aquel alférez, convertido en comodoro, fue invitado una tarde a entregar un premio en la escuela de aviación de la RAF. Por la noche, los pilotos de guerra recién recibidos y sus señores oficiales cenaban en un salón majestuoso de mesas larguísimas. Piano ocupó un lugar privilegiado, y el director de la escuela pidió silencio y habló del piloto argentino. Se sabía su currículum bélico de memoria y en su discurso mostraba el orgullo de tener esa noche a un hombre que había luchado de verdad contra ellos.
El jueves pasado Guillermo Dellepiane asumió como director de la Escuela de Guerra Aérea en Buenos Aires. Ocupa un despacho en el Edificio Cóndor, donde murió su padre. Piano es ahora un cincuentón bajo y gordito. Se le cayó el pelo, es sumamente cordial y tiene un pensamiento moderno, y por supuesto en la calle nadie lo reconoce. Nadie sabe que forma parte de la hermandad del honor, y que es un héroe imborrable de una guerra maldita.
© LA NACION

jueves, 6 de octubre de 2016

Savoir Faire (Bruno Di Benedetto)



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No se le hacen pataletas a la muerte.
No se le saca la lengua.
No se la desprecia.
No se le da la espalda.
No se le hace pito catalán.
No se le tira tizas
no se pegan mocos debajo
de los bancos de su sala de espera.
No se puede ser malcriado
desafinado
ni chambón.


No hay enojo posible:
la muerte no es mamá.

El temblor tiene que salir nítido,
como un miedo al rojo
vivo
cimbrando en agua fría.

Mientras, se canta y se baila
en este baile de la muerte
que, con algún disimulo,
llamamos vivir.



B.D.B.






viernes, 22 de julio de 2016

Poema de Paola (Eloísa Troya)

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1.

Dios.
Polillas de alquitrán ardido
subiendo en el columpio de la ropa.
Marchita piel
en el
estante añil del verbo.
En la casa estás
vacío,
dormido,
solo.
Vine a encenderte las lámparas.


2.

Lo triste es la bláblabláduría al cubo. Hablar por otro y decir: "vos"! Sumergirse en un jolgorio de pura mala espina. Darse la razón mintiendo. Creerse fuerse aunque le escuerse... Puercoespín. Manufacturar la palabra impropia puteando mudo ante el espejo, la imbecilidad que viene arraigada al pecho y al ombligo.
Morir un cactus por sobredosis de agua es como morirme yo por sobredosis de "sos"... Crepitar los ojos rumiando un lápiz.
Y no, razón no tenés, "Valorsio". "Alta Ficha", diría un duende... pero viste cómo es ésto.

3.

Dopa,
impulsa y quiebra toda la boca que me debes,
dame piedra,
mar,
incendio...
Sal.

4.

Malapráxis de alas,
resulta que todos vuelan.

5.

Fluiremos juntos
andaremos libres
haciendo un Feat con dos tornillos
moviéndonos al viento
diri diri diri duuuu... (X2)
Nos iremos de este vuelo en una idea...






Eloísa Troya






viernes, 15 de julio de 2016

Zamba de amor en vuelo (Tamara Castro)(QEPD)

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                            a veces encontrar un tesoro no es fácil. ésta es la voz (la sonora y la compositiva) de una persona hecha de luz que nos puede dar energía para nuestro día a día. considero esta canción (y esa voz) un gran tesoro, poesía pura y pura poesía que quiero compartir con ustedes.
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Como un tizón encendido
ardiendo adentro mi sangre,
tu sombra viene conmigo
y no la puedo arrancar.

Te llevo por los caminos
como un abrojo prendido,
prendido a mi caminar.

Te llevo por los caminos
como un abrojo prendido,
prendido a mi guitarrear.

Por esas ramas del viento
veo anunciado tu pelo
y en los alambres del tiempo
jirones de soledad.

Se deshilacha el recuerdo
sabiendo que estas muy lejos
y que ya no volverás.

Se deshilacha el recuerdo
sabiendo que estas muy lejos
de aquella, nuestra verdad.


Estremecidos de cielo
yo vi tus ojos llorar.
La noche... pide guitarras,
la zamba busca el olvido
y yo te quiero cantar.
La noche pide guitarras,
la zamba busca el camino,
yo no te puedo olvidar.
______________________________________    ( segunda )

Como un sutil alfarero
te fui tallando en mis sueños
a golpes de greda y fuego,
a fuerza de tanto amar.

Y en el telar de un coplero
te dibujé verso a verso
para no perderte más.

Y en el telar de un coplero
te dibujé verso a verso
para besarte al cantar.

Aquella luna perdida
como un capullo en el cielo,
se me hace que es tu pañuelo
que en una zamba se va.

Y en el temblor del lucero,
como siguiendo tu vuelo
mis pensamientos se van.

Y en el temblor del lucero,
como siguiendo tu vuelo,
mi amor...
Mi amor te sale a buscar.


Estremecidos de cielo
yo vi tus ojos llorar.
La noche... pide guitarras,
la zamba busca el olvido
y yo te quiero cantar. 


La noche pide guitarra,
la zamba busca el camino,
yo no te puedo olvidar.





         Tamara Castro





Versión de su cantante original




Preciosa versión de Soledad Pastorutti (con Natalia)





Más de Tamara Castro (en vivo)       


https://www.youtube.com/watch?v=HP-A6Qtf1J8

viernes, 8 de julio de 2016

Bailando con tu sombra (Alelí)

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¿Quién podrá quererte como yo te quiero, amor?
¿Quién, pregunto, quién podrá quererte como yo?

Siempre lo decías y me atabas a tu piel
con ramos de besos y escuchabamos caer
sobre los techos de zinc lluvias de otoño en abril.

Tengo esa nostalgia de domingo por llover
de guitarra rota, de oxidado carrousel.
Ay, Alelí, ¡Pobre de mí!

Yo te desnudaba para ver como era el mar
y el mar se enredaba en mis deseos de volar.
Íbamos tan lejos que olvidabamos volver,
nos traía el angel ciego del amanecer
y se acostaba a tus piescomo un gatito siames.

Tengo esa nostalgia de domingo por llover
de guitarra rota, de oxidado carrousel.
¡Ay, Alelí, pobre de mí!

Esta noche quiero que bailemos otra vez
la canción que el viento nos cantaba en el ayer.
Ya sabrá el infierno como hacer para aceptar
que baile en mi celda con tu sombra sin parar.

¿Cómo he podido matar a quien me hacía soñar?

Tengo esa nostalgia de domingo por llover
de guitarra rota de oxidado carrousel
¡Ay, Alelí, pobre de mí!

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martes, 26 de abril de 2016

Extractos del Poemario "Quebrantos" de Gabriela Rosas


(Fuente: LETRALIA, Tierra de Letras)




Gabriela Rosas

Poeta y narradora venezolana (Caracas). Ha publicado los poemarios La mudanza (1999) y Agosto interminable (2008) con la Editorial Eclepsidra, la plaquette Blandos (2013) con el Taller Editorial El Pez Soluble y el poemario Quebrantos con Ediciones del Movimiento (2015). Poemas suyos han sido traducidos al italiano, al catalán, al portugués y al griego. Ganadora del Primer Premio Nacional de Poesía para Jóvenes Juan Antonio Pérez Bonalde (1995) y del Primer Premio de la Bienal Nacional de Literatura Lydda Franco Farías (2014) mención poesía. Ha sido incluida en varias antologías.





Baile


¿Quieres que mienta?
diga que puedo defenderme
salir victoriosa de tanta palabra tuya
de la torsión que significa habitar también tu cuerpo
o que tú habites el mío como si no tuviese fondo
claro que me apena
la falta de cintura
entre otras cosas
que no quiero que veas

curioso
me observas
como si toda la lluvia se contuviese
para caer allí sobre nosotros

dices:
tranquila amor
no pasa nada

y pasa la ternura de tu verbo
pasa que me recitas al oído sobre tu cama
sobre la nueva sábana de hilos recién comprada
chocamos un segundo nuestros dientes
para cumplir el requisito de equivocarnos
sin agotar nunca todas nuestras destrezas
la próxima palabra es el siguiente baile
afuera en el mundo
no hay mayores secretos que en nuestro interior

y pasas la mano por mi cabello
junto a la caricia que lo aparta de mis ojos
como si tal vez por un segundo
la poesía no doliera
pero duele
duele ser el poema
y como cierto dolor me es placentero
lo dejo
hasta que pase.




Ruidos


No pude marcharme ilesa de la noche
los labios nunca son serenos
los agita el silencio
De cada beso uno regresa distinto
o no regresa
y uno se queda solo en las esquinas del mundo
porque estarlo no depende de la gente
de su ruido
depende del silencio que somos.




Postal


Una boca es sólo eso
hasta que te abre en dos
y habita la tormenta que eres
entonces, tiemblas
en una boca cabe toda la lluvia.




Columpio


Yo pude mostrarte el color de mis encajes
abrir las piernas más

abonar los límites
ir hondo

pudo pasarme el silencio un día
pero jamás contigo

debiste colocar dentro de tus ojos un pañuelo
para evitar excusas
………………………vueltas
………………………………círculos
y fraccionarme la tonta idea de no poder abandonarte
porque un espejo roto es suficiente para toda la vida
pero ningún espejo se quiebra tanto como nosotros

yo pude decir
espera
amor
tengo hambre y hace frío
mi cuerpo es tu columpio

pero no quise.





Trampa


Quedé con las manos limpias
la boca seca
recién bañada
la piel más suave que nunca

soy mi trampa
no cargo lágrimas
no encuentro ya dolor en las despedidas

mi techo siempre ha estado en llamas
no tengo ganas de volver a atravesarlo
me quemo y es contigo

soy una herida
que la noche no cierra.




Grillo


Él tiene sus modales

para decir amor
no dice nada

lleva las comisuras de mis labios
fuera de su cuerpo
tiene palabras que me hacen falta
hace del amanecer un deseo

me sonroja y se marcha
con una sed que no le pertenece

lleva algo de mi aire en sus pulmones

trae animales en su boca
que comen cuando lo beso

yo lo ando sin culpa
lo hago tierno en mis oficios.




Frágil



“No fue triste. Dispersé sus cenizas y reuní mis pedazos”.
Andrés Neuman

Soy una mujer amable para los perfumes
arruinada por las caricias
con uñas tan limpias que duelen
sin atenciones difíciles para lo ajeno
con trenzas en la garganta

soy una mujer que conoce
lo que ocurre en su refrigerador
Intolerante a la lactosa
por culpa de un desaire

hecha de un vidrio frágil a tus ojos.






sábado, 16 de abril de 2016

El sueño (JLB)


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Si el sueño fuera (como dicen) una
tregua, un puro reposo de la mente,
¿Por qué, si te despiertan bruscamente,
sientes que te han robado una fortuna?

¿Por qué es tan triste madrugar? La hora
nos despoja de un don inconcebible,
tan íntimo que sólo es traducible
en un sopor que la vigilia dora

de sueños, que bien pueden ser reflejos
truncos de los tesoros de la sombra,
de un orbe intemporal que no se nombra

y que el día deforma en sus espejos.
¿Quién serás esta noche en el oscuro
sueño, del otro lado de su muro?

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jueves, 24 de marzo de 2016

Luis Hernández (Perú)







Geminis

Es extraña nuestra canción. Es demasiado triste y antiguo lo que cantamos. Nuestra canción no nos pertenece. Y si se nos oye en las noches, en las ferias, es porque no somos ajenos al cansancio y la gloria, porque la paz que encontramos alcanzará a cubrir por un día el deseo.

Hemos llamado en ayuda a la fatiga. Hemos subido los muros. Hemos dejado en casa al hermano, al mismo hermano que guarda -quizá sea que volvamos- el gastado cuaderno de sus labios.

Hemos ascendido los mares, uno a uno llegado. Y es que Nave, lo más Sur y vencido, nos guarda. Y tal vez este juego que inventamos, este juego en que ardemos confundidos, ha venido de sus manos a las nuestras.

Y en nuestro corazón, que jamás fue duro, es poniente ahora. Porque pese a que fuimos simples e inalcanzables, hemos sobrevivido al hermano. Lo hemos dejado, ciego y amargo, en sus viajes no emprendidos: sólo trazos de los dedos silenciosos sobre el mapa.





El bosque de los huesos

Mi país no es Grecia,
Y yo (23) no sé si deba admirar
Un pasado glorioso
Que tampoco es pasado.
Mi país es pequeño y no se extiende
Más allá del andar de un cartero en cuatro días,
Y a buen tren.

Quiza sea que ahora yo aborrezca
Lo que oteo en las tardes: mi país
Que es la plaza de toros, los museos,
Jardineros sumisos y las viejas:
Sibilinas amantes de los pobres,
Muy proclives a hablar de cardenales
(Solteros eternos que hay en Roma),
Y jaurías doradas de marocas.
Mi país es letreros de cine: gladiadores,
Las farmacias de turno y tonsurados,
Un vestirse los Sábados de fiesta
Y familias decentes, con un hijo naval.

Abatido entre Lima y La Herradura
(El rincón Hawai a diez kilómetros
De la eterna ciudad de los burdeles),
Un crepúsculo de rouge cobra banderas,
Baptisterios barrocos y carcochas.
Como al paso senil del bienamado, ahora llueve
Una fronda de estiércol y confeti:
Solitarios son los actos del poeta
Como aquellos del amor y de la muerte.






Preludio

En un quiosco
Donde vendían
Coca-Cola
Seven Up chica
7 up gr.
Canadá Dry
San Luis
Afuera había
Niebla baja
Y antorchas
Era el día
De un colegio
Y llevaban antorchas
Y carteles
Amor Love
Liberty
Y toda la nobleza
De una tarde
En la marea
Baja y carteles
Donde se leía
Amor
Como un Domingo
Que en un parque
Todos
Tomaban cerveza
O una noche
Simétrica con el acantilado
Al borde de la mar
Tomaban cerveza
Y caminaban por el pasto
O recibían
En el rostro
El cielo






FUGA

Tomaban cerveza
Hasta que la dotación
Del patrullero
PL 45
Hizo lo que siempre hacen






Ezra Pound: cenizas y cilicio

1
Tower of Pisa
Alabaster and not ivory. Y eterno,
Para ferias de fascistas
Quien la canta.

Y ebrio ya de belleza y en demencia
(Puede ser que sus ojos sean nuestros)
Rojo mar y el adriático crepúsculo
Y dos guerras herrumbradas en su frente:

Frente a la lívida amenaza de la historia:
Ezra Pound,
Ezra
Y su ejército perenne en pie
De muerte.
Torre de Pisa
Et cinis et cilicium.

2
Ezra:
Sé que si llegaras a mi barrio
Los muchachos dirían en la esquina:
Qué tal viejo, che’ su madre,
Y yo habría de volver a ser el muerto
Que a tu sombra escribiera salmodiando
Unas frases ideales a mi oboe.
El milagro se oculta entre lo oscuro
Donde olvido y memoria son tan sólo
Los reflejos de lo áspero y amado,
La ilusión que ha surgido de enebro

Duramente recuerdo tus poemas,
Viejo fioca,
Mi amigo inconfesable.







Soy Luchito Hernández…

Soy Luchito Hernández
Ex Campeón de peso welter
Poca gente me habla
Hasta oí a alguien
Preguntarme
¿De qué te defiendes?
Y yo hubiera respondido
Si no silencioso fuera:
Más bien te defiendo De mi luz. Una luz
Que reuní y me friega.






Preludio número ocho en LA Menor
Los campos del trigo
De mi Rusia natal
Son como los campos
Verdes de mi España
El Sol de mi Barranco
Natal
Es del color
De Lima mi ciudad
El mismo Sol
Del planeta donde
Yo haya nacido
Es el mismo Sol
Que como estrella
Bendice al niño
O recibe la bendición
De los ojos claros
Del anciano

Las monedas
De Jesús María
Mi barrio natal.
Tienen el extraordinario
Brillo
De todo lo que amamos
Los ojos de mi amor
Perdido
Tienen el extraordinario
Brillo
De lo que alguna vez amamos
El brillo de los vidrios
En la pista
Cascos de cerveza
Vitrinas coloreadas
Con la lentitud
De la tarde invernal
Hay algo en la niebla
Que aún merece
Ser de nombre amor
Y también
Nostálgico, un amor
La canción que amó
Tiene la suave tersura
De un modo anterior
En un árbol
Descansa el universo
Que aún merece
El reflejo
En las tiendas
Coloreadas
Los ovillos
Los muñecos agujas
Flores mermelada risas
De una madera
Demasiado firme
Es la vida
Pero lleva
La escritura
Del tiempo.







[De paul Celan: en alta mar]
París, el barquito, yace en el vaso, ante el ancla:
Así estoy contigo, veo por ti.
Y bebo hasta que mi corazón se oscurezca,
Y bebo hasta que parís flote en sus lágrimas,
Hasta que lleguemos a los lejanos velos
Que nos ocultan el mundo, donde cada tú es una rama,
Y yo la hoja que calla y asciende.






[De paul Celan: Ven, ven]

Ven, ven
Ven una palabra, ven,
Ven a través de la noche,
Ilumina, ilumina.

Ceniza
Ceniza, ceniza,
Noche.
Noche -y- noche – Hacia
Los ojos llega
Centelleante.











Luis Hernández es uno de los poetas peruanos más queridos de la generación del 60. Escribió tres libros que lo mostraron como una figura importante en la poesía peruana de la época. Luego de su poemario Las Constelaciones se negó a publicar más y lo que hacía erallenar cuadernos con poemas que regalaba a sus amigos, tiempo después Nicolás Yerovi al enterarse de esto, decidió reunir esos cuadernos para editarlos, lo que se transformaría en su libro más aclamado: Vox Horrízona.

Su particular forma de ver las cosas, su actitud frente a la vida y la poesía y su pronto fallecimiento lo convirtieron rápidamente en un autor de culto. Compartimos algunos de sus poemas.


Su nombre completo es Luis Guillermo Hernández Camarero (Lima, 18 de diciembre de 1941 – Buenos Aires, 3 de octubre de 1977) Ha escrito Orilla, Charlie Melnick, Las Constelaciones y Vox Horrízona. Perteneció a la generación de poetas peruanos del 60 (Javier Heraud, Rodolfo Hinosotroza, Antonio Cisneros, entre otros).

Después de sus primeros tres libros se negó a publicar más y lo que hacía era llenar cuadernos con poemas que regalaba a sus amigos, tiempo después Nicolás Yerovi al enterarse de esto, decidió reunir esos cuadernos para editarlos, lo que se transformaría en su libro más aclamado:Vox Horrízona.

Se suicidó en Buenos Aires un 03 de Octubre de 1977, presuntamente arrojándose bajo las vías del tren.







(FUENTE: Página/Blog "Poetas del fin del mundo")

sábado, 6 de febrero de 2016

Juntos (Carlos Daniel Gómez)



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poema de un querido amigo paranaense

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Fuimos desnudando amaneceres,
y robamos un piropo a la tormenta.
Logramos que el futuro jadee al alcanzarnos
y que el viento nos sople una esperanza.


Que importa que la vida nos trajine,
o un crepúsculo se empurpure en el umbral.


Aún en los mares transneblados,
o en la tregua encabritada de la siesta,
si el espejo nos escribe primaveras
y la carne nos borra los silencios,
todavía quedan puertos para anclar.

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martes, 12 de enero de 2016

Los hombrecitos grises

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Álvaro Ancona, (Cuernavaca, México, 1947)

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Caminan por las calles uniformados de niebla
fantasmas invisibles a la percepción humana
arrastrando cadenas inauditas y pecados transparentes
como su piel, que no sabe del calor del sol
o su pensamiento uniformado por el status quo
a fuerza de modelos de la academia pública.
Hombrecitos grises, color de anonimato
reverentes adictos a las ideas prestadas
portadores congénitos de la nada fulminante
pasajeros de barcos fantasmas
navegantes de mares sin rumbo.


Adónde piensan ir cuando termine la función
si ni Dios ni el diablo supieron de su existencia.


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domingo, 6 de septiembre de 2015

Cita de Winter Journal (Paul Auster)

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You can´t see yourself.                                         No podés verte a vos mismx.



You know what you look like                                Conocés tu aspecto

because of mirrors and photographs,                      por espejos y fotografías,

but out there in the world,                                     pero allá en el mundo

as you move among your fellow human beings,       mientras te movés entre congéneres humanos,

whether strangers or friends                                     sean extraños o amigos

or the most intimate beloveds,                                o los más íntimamente amados,

your own face is invisible to you.                           tu propia cara es invisible para vos.



You can see other parts of yourself,                       Puedes ver otras partes tuyas,

arms and legs, hands and feet,                               brazos y piernas, manos y pies,

shoulders and torso, but only from the front,           hombros y torso, pero sólo de frente,

nothing of the back except the backs of your legs    nada de tu parte trasera excepto tus piernas

if you twist them into the right position,                  si te acomodás en la posición adecuada,

but not your face, never your face, and in the end    pero no tu rostro, nunca tu rostro, y al final

- at least as far as others are concerned -                -al menos en lo que respecta a los otros-

your face is who you are,                                      tu rostro es quien sos,

the essential fact of your identity.                           el hecho esencial de tu identidad.



Passports do not contain pictures of hands and feet Los pasaportes no tienen fotos de manos y pies.



Even you, who have lived inside your body           Hasta vos, que has vivido dentro de tu cuerpo

for sixty-four years now,                                    durante sesenta y cuatro años ya

would probably be unable to recognize                  probablemente serías incapaz de reconocer

your foot in an isolated photograph of that foot,     tu pie en una foto aislada de ese pie,

not to speak of your ear, or your elbow,               por no hablar de tu oreja o tu codo

or one of your eyes in close-up.                           o uno de tus ojos en detalle.



All so familiar to you                                           Todo tan familiar para vos

in the context of the whole,                                  en el contexto de todo

but utterly anonymous                                         pero completamente anónimo

when taken piece by piece.                                   tomado por partes.



We are all aliens to ourselves,                               Somos aliens para nosotros mismos,

and if we have any sense of who we are,               y si tenemos alguna sensación de identidad*

it is only because we live inside                             solamente es porque vivimos dentro

the eyes of others.                                               de los ojos de otros.








Paul Auster                         * léase también; "razón de ser".

(Winter Journal)

(Diario de Invierno)

sábado, 14 de febrero de 2015

El último organito


El último organito (óleo)
Juan Carlos Limmo (Argentina)



audio versión del grandioso Goyeneche


Las ruedas embarradas del último organito
vendrán desde la tarde buscando el arrabal,
con un caballo flaco, un rengo y un monito
y un coro de muchachas vestidas de percal.

Con pasos apagados elegirá la esquina
donde se mezclen luces de luna y almacén
para que bailen valses detrás de la hornacina
la pálida marquesa y el pálido marqués.

El último organito irá de puerta en puerta
hasta encontrar la casa de la vecina muerta,
de la vecina aquella que se cansó de amar;
y allí molerá tangos para que llore el ciego,
el ciego inconsolable del verso de Carriego,
que fuma, fuma y fuma sentado en el umbral.

Tendrá una caja blanca el último organito
y el asma del otoño sacudirá su son,
y adornarán sus tablas cabezas de angelitos
y el eco de su piano será como un adiós.

Saludarán su ausencia las novias encerradas
abriendo las persianas detrás de su canción,
y el último organito se perderá en la nada
y el alma del suburbio se quedará sin voz.



El último organito irá de puerta en puerta
hasta encontrar la casa de la vecina muerta,
de la vecina aquella que se cansó de amar;
y allí molerá tangos para que llore el ciego,
el ciego inconsolable del verso de Carriego,
que fuma, fuma y fuma sentado en el umbral.



"...El ciego inconsolable del verso de Carriego..."

En este precioso tango compuesto por don Homero Manzi, se pueden observar dos sonetos alejandrinos encadenados que comparten y utilizan como estribillo sus tercetos. Evoca un paisaje barrial ya perdido y se hace referencia al poeta paranaense Evaristo Carriego. El texto al que se refiere  pertenece al libro póstumo llamado "Poesías" editado en 1964 por Los libros del mirasol



Has vuelto

Has vuelto, organillo. En la acera
hay risas. Has vuelto llorón y cansado
como antes.
........El ciego te espera
las más de las noches sentado
a la puerta. Calla y escucha. Borrosas
memorias de cosas lejanas
evoca en silencio, de cosas
de cuando sus ojos tenían mañanas,
de cuando era joven... la novia... ¡quién sabe!
Alegrías, penas,
vividas en horas distantes. ¡Qué suave
se le pone el rostro cada vez que suenas
algún aire antiguo! ¡Recuerda y suspira!
Has vuelto, organillo. La gente
modesta te mira
pasar, melancólicamente.
Pianito que cruzas la calle cansado
moliendo el eterno
familiar motivo que el año pasado
gemía a la luna de invierno:
con tu voz gangosa dirás en la esquina
la canción ingenua, la de siempre, acaso
esa preferida de nuestra vecina
la costurerita que dio aquel mal paso.
Y luego de un valse te irás como una
tristeza que cruza la calle desierta,
y habrá quien se quede mirando la luna
desde alguna puerta.

¡Adiós, alma nuestra! parece
que dicen las gentes en cuanto te alejas.
¡Pianito del dulce motivo que mece
memorias queridas y viejas!
Anoche, después que te fuiste,
cuando todo el barrio volvía al sosiego
-qué triste-
lloraban los ojos del ciego.