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Es extraño. Cada tanto, sin transición, regularidad o aviso mediante, su fisonomía cambia imprevistamente.
Y no puede preverse la mutación aunque una vez dada pueden intuirse ciertos signos que la iban anunciando
en un silencioso y solapado crujir multifacético y a la vez invisible. Ayer al amanecer nomás, sin ir más lejos,
ni bien hube despertado me asomo por una de las escotillas de estribor y veo que mi "Calypso" se dejaba ir
manso por un estrecho canal caribeño, a juzgar por el paisaje, siendo que tres horas atrás avanzábamos solo
a la velocidad de pocos metros por hora entre rocas heladas de un desconocido acuífero antártico.
Todo es así. Tanto su geografía exterior como interior fluctúa segun principios y procesos incomprensibles a
mi tuerto intelecto. Entonces, hace ya bastante me decidí por una implícita renuncia a recurrir a la lógica para
manejarme en este entorno donde parecen tenderse en inasible armonía intrincadas dimensiones sucedidas
bajo un orden similar a los antiguos quipos, lo que aleja de nuestra percepción su funcionamiento.
Dentro el asunto se complica. Hoy desperté solo en una suite real ornada al estilo gótico del S XII. Claro,
más de uno se preguntará cómo llego a esa conclusión: ni yo mismo lo sé. Pero en cambio sabía sin dudas
que así era. Otras veces despierto en una litera de madera que huele peor que mal y omito detalles.
Pasa lo mismo con los instrumentos de medición con que guío este viaje y con las cosas que hacen falta y
se usan en todo momento. La pluma, un vaso, ropa. Ahora suspendo el relato porque se avecina una brava
tormenta desde el sudoeste, de donde en poco rato emergerán una rocallosas de esqueletos fósiles del
cuaternario...
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