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Barcos endebles, barco de papel que botamos luego de que haya cumplido su ciclo de hoja, de haberle escrito todas las palabras de plomo que nos supuraron y pacientemente posterior armado. Bastante después desde la costa lo miramos irse con muchas de las preguntas que nos dejó su silencio urticante: picapalos pertinaces en nuestra nuca... soltarlos sin dolor ni censuras y al final, cuando estén ya en el punto de no retorno a tierra, prenderlos fuego con la colilla del último cigarrillo del día; y exhalar al cielo esa bocanada de humo sintiendo en la quemazón del gusto que todo lo que allí se va es para bien, porque vendrán cosas mejores, o en todo caso, nuevas hojas en blanco a nuestro puerto...
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