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...de la noche traigo retazos horizontales invertebrados, rotos
sangre cuya oscuridad no sirve para parirla de nuevo
y un número de ceniza guardado en la memoria...
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en el agua, los colores mudan a otros tonos
sobre todo a la hora de los sobretodos
/grafito estéril, 1:39/
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reloj de mármol; filo, retreta; la luz del día deja su última sangre contra el cielo gris de esta ciudad de piedra y de costado, minucias que con la poca fuerza que les queda, llegan apenas hasta el borde de la ventana y no alcanzan a enrojecer la pieza; de la ventana hacia adentro, un microcosmos recargado con lo espeso donde ella estira los tendones del tiempo por delante
ella; los hilos de ella en algún rincón espasmos de vacío tiemblan, las tenazas, las carencias, las encías y los poros erizados, más el martillo en la nuca de cada segundo durante las últimas cinco horas que ha esculpido en la carne de silicio de su alma una fantasmagoría infernal, esdrújula, filosa, pez introspectivamente
ella por los rincones y en la ventana pesan todos los siglos latidos de la ciudad: ensordecedores pasos auscultan su temblor, el galope de los gigantes barbados, la lengua estoica, la sangre caliente manada por el metal, partos secretos y pactos rotos; cada día de historia ahí afuera es un lamento agudo que comba el vidrio, arañazos que intentan romper esa barrera donde todavía ella en un rincón
ahora ella, o siempre; el alféizar: una frontera que respira lo áspero de las piedras, los ángulos de las estatuas de ahí afuera; su pecho expulsa el vapor que condensa bruma en la pieza pulmón ... podrá arrastrarse y quejarse tanto cuanto quiera, pero el alumbramiento es inminente
la criatura petróleo expande sus túneles internos, intensamente presiona sus vísceras; para poder seguir respirando se le llenan la frente y el cuello de venas, de espasmos
ahora ella es un embudo para la ciudad, la ciudad una mancha en el mapa, una estrella desdibujada desde el cosmos, el cosmos una curva mínima, una vuelta de caracol entre tantas de las huellas dactilares del padre de la criatura; criatura que mira el ombligo de su madre encerrada desde adentro, innominado, abominable, abyección enhiesta en sus entrañas zumba desde el día aquel... el padre ahora duerme lejos, en otros brazos; ella no duerme hace tres lunas, los ojos amenazan saltársele de las órbitas de Mercurio, del reloj de mármol sobre el que está tirada enrojeciéndolo
convulsiones, metamorfosis, estratificaciones circulares espiraladas como fogatas nocturnas; desde el vidrio hacia adentro, ella y todo ese cuarto se da vuelta al revés de sí mismo
ella: un ojo de la ciudad; la ciudad una cruz cartográfica, una estafeta, una estación para el dios barbado
señales de partida, sirenas, luces, estampida vertical vertiginosa; a la orilla del lago, cerca del monasterio de Victoria, un pescador desvelado pidió tres deseos
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la criatura petróleo expande sus túneles internos, intensamente presiona sus vísceras; para poder seguir respirando se le llenan la frente y el cuello de venas, de espasmos
ahora ella es un embudo para la ciudad, la ciudad una mancha en el mapa, una estrella desdibujada desde el cosmos, el cosmos una curva mínima, una vuelta de caracol entre tantas de las huellas dactilares del padre de la criatura; criatura que mira el ombligo de su madre encerrada desde adentro, innominado, abominable, abyección enhiesta en sus entrañas zumba desde el día aquel... el padre ahora duerme lejos, en otros brazos; ella no duerme hace tres lunas, los ojos amenazan saltársele de las órbitas de Mercurio, del reloj de mármol sobre el que está tirada enrojeciéndolo
convulsiones, metamorfosis, estratificaciones circulares espiraladas como fogatas nocturnas; desde el vidrio hacia adentro, ella y todo ese cuarto se da vuelta al revés de sí mismo
ella: un ojo de la ciudad; la ciudad una cruz cartográfica, una estafeta, una estación para el dios barbado
señales de partida, sirenas, luces, estampida vertical vertiginosa; a la orilla del lago, cerca del monasterio de Victoria, un pescador desvelado pidió tres deseos
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