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Ocho y siete, quince; después cinco, falta la u entre tanto tánatos de nota abierta con dos semicerradas y me crecen llagas en los labios, caricias ácaras intentan inaugurar su hormigueo desde adentro y en breve erupciones por la abstinencia, punto, pero no
Nueve y seis, quince; más cuatro que no se pronuncian de una y alguien pretende apretar como rasgo de lo dulce que no aparece o casi nunca, pero no
Esto iba a ser la sangre desnuda antes que lloviera, el grito parco cara a cara, los dos minutos de evanescencia aunque se bajaran después todas las persianas y la patada me devolviera a las tribunas; esto iba a ser decirte, mostrarte, plantarte delante lo que atenúa el encantamiento deletéreo de verte; quiso ser la saña cruda, la antítesis, el correlato, el antídoto para la logística del tedio, pero no llega, siempre en los bordes de afuera de esa línea donde empieza a vichigearse tu esencia, las encimas de tu encina sana, pero no
En vez de las cuentas que dan quince /de tu lado doble gatillo dental, del mío nada más que grandes reminiscencias históricas que tampoco se animan a desbordarse/ este recuento de martillos, aire verde y pelo lacio, fogonazos para parques y trituras que huelen al silencio insomne y desgarbado que prospera ante la inminencia de la cercanía; esta astilla paralizante que me llena los dedos de postergaciones y de volver a cero, y cómo no… pero no
Y después las calas, bah… estos pétalos amagados de siempre que se parecen bastante a un proyecto de calas o de cal, a las hojas que crecen ante la absorta comprobación del fenómeno herbívoro propio in situ; antes del tronco desnudoliente donde alguien las iniciales que no nuestras, a navaja fácil casi alegre; y después de las calas un rumor de pájaros en septiembre llenos de alas para buscar semillas que no alcanzan a crecer en ninguna mano por ahora, punto, pero no
Cuatro que resumen el magma del mantra simple y bifiloso contra cuatro que se velan, que se callan, que no cuadran en la escala del quince; lo sutil, incapaz de esconderse en una garra añeja y cansada o desmedida o a destiempo, pero no cuatro y cuatro, no
Cuatro contra cuatro, choque, la inercia desparrama lo rojo después de comprimirlo bestialmente y cuando alcanzo a darme cuenta de que tengo cuerpo soy llevado hacia algún sitio donde quieren ayudarme y ante cada pregunta atino a decir:
ocho y siete quince, la fiebre del oro vivo y esquivo,
una sanguinolencia aparente que huele a cántaros
- ¿Cómo te llamás, pibe?
Nueve y seis quince, antipromesas aunque me guste o lo deteste
y la cara del tedio, la angustia del ocio, un oso lampiño y vago
- ¿Dónde vivís? Decíme tu dirección
Cuatro contra cuatro, el otro oasis y este oculto
igual nadie va a visitarme a la montaña blanca
- ¿Qué te pasó? ¿Estás bien?
Ocho y siete quince, de golpe, como un tren morocho... pero qué piernas, qué sonrisa, imposible no enmudecer
- Habláme, decíme algo, no te quedes callado, no te duermas
Aparece con sombra y se pierde enseguida por alguna puerta, es el sol suelto en la tierra, pero lo peor de todo es el silencio…¡No! Hay algo peor que eso; cada tanto un par de líneas y entonces se incendian las hojarascas que sueltan en el tropel de plumas los pavos reales; ni siquiera puedo recordar su olor, aunque ahora mismo cada detalle, cada gesto y el timbre de voz; ocho y siete más cinco que quedan fuera con cuatro que no se dicen, para qué…
- Abran rápido, alguien que me ayude, traigo un herido, sangra mucho
No es sangre, pasa que quince deja lo colorado a presión, es una falla en la escala cromática, habla y las aves se enloquecen, habría que verlo bien, estudiarlo, te juro que nunca me había pasado; cuatro series de dos notas a la vez y el caos total, también funciona con las dos primeras nomás
¿Cómo explicarte? Fero, faro, foro, pero más sencillo, como la palabra mágica del ilusionista, algo así. Ya vas a ver cuando te pase.
- Un médico por favor ¿Dónde queda la guardia?
Sin galera ni goletas ni galones, así nomás, cuatro: cuatro contra cuatro
- Pase por acá, rápido, venga venga
- ¿Ahí es el quirófano?
Aqueronte quiromántico, sí, puede ser, pero cabe en la palma de la mano y en un segundo su voz…
- Sí, adelante. ¿Qué tiene?
- Ni idea, lo encontré tirado en un charco de sangre.
- Está blanco, debe haber perdido bastante.
Que no es sangre te digo, es la primavera interna, el refugio de los dientes invisibles, una astucia inmóvil, soplo puro… ¿Entendés?
Ya me estoy cansando de hablar.
- Siga hablando niño ¿Cómo se llama?
- No sé, no me dice, habla pavadas.
Nueve y seis, pistola inútil, algoritmo inasible. Algunos creen luz pero no tanto, apenas alguna chispita incierta por momentos. Se equivocan, se embelesan culpa del cuatro inicial. ¿Dónde vamos?
- ¿Me podés decir tu nombre por favor?
Esqueleto de locomotora vacía, arpón enfermo, la noria errada del costado desconsuelo de plumas con sueños de aire y gravedad cero
- Debe estar loco, doctora.
- Llene esas planillas, por favor.
- Me niego, ni lo conozco.
- A título formal nada más. Llénelo, por favor.
- ¿No le digo que no lo conozco? ¿Que jamás en mi vida lo había visto?
- Hágalo de inmediato o llamo a la policía.
- ¡Ni loco! Después me va a llover todo el fardo a mí…
- ¡Agente! ¡Agente! ¡Este hombre se resiste…!
- Ma sí… yo me rajo, por tener un buen gesto me voy a comer el garrón.
- ¡Policía! ¡Rápido, que se escapa!
Llévenme a casa ya, no se preocupen, esto me pasa todos los días, juro que no la miro nunca más…
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