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El encargado vino a buscarme a la orden del plazo irrevocable. Como nunca me miró, no pude distinguir su rostro y aunque fuese previsible, me pareció lúgubre que vistiera de negro y ni siquiera se dignase a dirigirme la palabra. Es extraño saber desde el primero que éste día llegará y que al suceder, sorprenda.
Absorto por mi propio letargo no hubo tiempo para nada; la sorpresa de lo inesperado abarcó todo cuando su oscuridad me indicó seguirle. Mientras, pensaba que uno planea demasiado, concierta inciertas citas… nos vemos che… el mes próximo viajo a visitarte... listo, la semana que viene te llamo y arreglamos… y bajo la óptica de este instante esa actitud reviste una indiscutible indolencia o, como mínimo, extrema desconsideración para con nuestra propia finitud. Entonces, sabía lo que debía hacer sin que lo manifestase explícitamente, como si hubiera un código previo entre ambos.
Ignoro cómo fuimos de mi casa, de donde me buscó, a una bucólica loma húmeda donde amanecía. Subimos una colina de recuerdos de a ratos escarpada, a veces llana; el piso de la cuesta alternaba entre césped cual mullida alfombra, e incisivas piedras volcánicas que por poco no impedían avanzar. El descenso, en cambio, fue más parejo, más cómodo, con variados paisajes de amplios panoramas, como sospechaba.
Al ocaso, el fin del tránsito por esa montaña fue abrupto y súbito. La marcha toda cupo en un parpadeo y me devolvió a mi cuarto con una clara impresión de deja vù… y la casi seguridad de nunca haberlo abandonado. Al mismo tiempo, al margen de mi voluntad, estaban los rostros y la presencia de seres esenciales en mi camino, hasta ahora sin poder captar si en señal de recibimiento o despedida.
Y la sombra me enfrentó de lleno, mis manos tomaron mi cara, con el mismo gesto la arrancaron y se la dieron como si fuese un trapo sucio mal almidonado, una apócrifa careta carente ya de propósitos. Antes de ocupar este inerte vacío en el silencio, lo vi guardar sin cuidado entre sus ropas los harapos que otrora fuesen mis facciones, inaugurando la disgregación gradual de mi existencia, que se borrará del todo cuando el último que guarde memorias de mí, también deje para siempre esta montaña.
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juntando papeles perdidos por oscuros rincones a bordo de la nave a la deriva alejandrocabrol@gmail.com alejandrocabrol@hotmail.com
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3 comentarios:
Que bueno que no me gusta el alpinismo...(Están geniales,me estoy entreteniendo mucho...sigo leyendo).
Jajajaaaaa Guaaaakkkkkkkk (chicharra) No es sobre alpinismo. Intenta ser un paralelismo de...
Leé de nuevo, a ver si te das cuenta, beso!
Ufff Ale, sabes como es mi imaginación...y yo te imaginé enfrentando a la muerte, de la manera más artistica que jamás había leído. Espero no dejar todavía esta montaña para que vos no te borres del todo jajaja. Un beso.
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