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viernes, 8 de enero de 2010

Inexorable

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(Prosa poética dedicada a Félix García, y a quien esté atravesando períodos de sequía)

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El memorioso emisario de las musas afirma con hondo pesar, al círculo íntimo, estar seco de voces. Mientras lo dice, su mirada cae con rigor pétreo y un hondo suspiro lo vacía. Lamenta que sus días se gasten en silencio, atemperados apenas con familiares y letras de amigos que la vida ha sedimentado. En los peores momentos juzga insuficiente ese abrigo para la insoportable crudeza del invierno que debe enfrentar solo.

Los del jueves esbozan sonrisas de padre, alternan su rol unos momentos, lo consuelan; con paciencia le recuerdan que tal cosa es imposible. Le cuentan de Agamenón y su ejército sitiado por el hambre y los infieles, al pie de la montaña, cuando le bastó una sola palabra para que ésta se abriera y los salvara de la muerte. Sus huestes jamás la repitieron, pues su poder de fuego era privativo del gran Agamenón. Y del fragmento de las escrituras: “Una palabra tuya bastará para sanarme”.

Hay épocas de sequía, le dicen, como si él no lo supiera; sucesivos ciclos complementarios de día y noche precisos para convivir en armonía. Dolientes, sí. Quizá demasiado prolongados intervalos.

El sabe de sobra que mirarse al espejo es lo opuesto a verse; que para ver en serio hay que cerrar los ojos e intuir arcanos corpúsculos tras los párpados. Quiere, elige seguir volando, mas se siente abatido. Aunque la secreta impresión sea la de ya no pertenencia al estrato puro donde se arraigó, a ese nimbo que le fue predestinado desde su alumbramiento. Como si fuera una incierta intuición del cercano final. Mientras, observa con incredulidad los mojones que ha sembrado en el camino; algunas veces como a débiles cenizas del victorioso fuego a través de indómitas lágrimas, otras con sencillo pero profundo orgullo que eriza la piel. Le cuesta reconocer que esos cisnes perlados o aquellas ardientes epifanías de singular belleza sean de su propia creación, si ni siquiera ha precisado barro o polvo para animarlos, sólo un inusitado bache de aire y poca tinta han sido suficientes.

Llegará, como siempre al fin llega, un día cualquiera en que la chispa arderá: de una azarosa imagen, una mirada, un aroma (lo mejor de la chispa es que nunca se sabe cómo surgirá). Primero será una melodía que hacía tiempo no tarareaba, después un calor en la cara, en el pecho, en las sienes; cierto sudor en la palma de las manos y gota a gota, un torrente de palabras irá mojando rituales páginas con sangre cósmica, mientras en la espalda resurgirá el casi olvidado escozor de mágicas alas, regresando todo a su lugar.

Hay épocas de sequía, le dicen, como si él no lo supiera. Dolientes pausas multiplicadas por la inexorable herrumbre del tiempo. Claro que habrá un último espacio entre la última oda y la despedida final, pero éste no lo es, ya verás. No hay silencio en ti; olvídate del silencio, Félix.
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1 comentario:

Makeda dijo...

Hay tiempos de sequía,de silencios prolongados,si lo sabre yo!...pero es cierto,lo mejor de la chispa es que jamás se detona del mismo modo,"una sola palabra tuya....",que cierto es,a veces solo hace falta una pequeña que abra los labios y los dedos....siempre habrá días de sequía,pero cuando hay lluvia,mojate,lluevete,enlodate,que el silencio de las letras agobia....(es preciosa tu forma de ver la sequía!...).