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Cuando era chico me la pasaba fichando de reojo el paso de Soraya Bande, nieta del dueño de la tienda de la otra cuadra; llamativa morocha de mi edad con ojos miel que había prendido su foto con alfileres detrás de mi frente, a quien procuraba acercarme con burdos pretextos. El problema era que los rigurosos planes que pergeñaba con enorme antelación se disipaban en el instante mismo en que ella entraba en mi campo visual y eran suplidos por rebeldes temblequeos.
De tarde, esperaba a las seis el desfile del portentoso regreso de su impecable delantal por la vereda de enfrente y los domingos fijaba cada detalle de su atuendo para repasarlos la semana siguiente. En fiestas donde nos veíamos creí advertir algo en su mirada; quizá imaginación mía. A los quince vivimos un idilio que nos hinchaba el pecho, en el que apenas hubo tiempo para censos de tacto y olfato. El miedo multiplicaba estrenos de labios insuficientes para albergar tanto gusto entre zaguanes tardíos.
Debí mudarme de repente a otra provincia. Doce años pasaron hasta que volví. A poco de regresar fui a un baile. Junaba el lugar cuando una silueta ocupó mi atención. No la había enfocado todavía y un escalofrío de nostalgia aceleró mi pulso. Me acerqué a ver si era Soraya, tardó unos segundos, rió como antes y dijo mi nombre como solo ella podía.
Tomamos algo y a la hora de irnos la acompañé por la noche serena, ideal para tamaño reencuentro. Como aún vivía con sus padres, calculé que todavía era soltera. Al sentir la madrugada fresca me quité el saco y la abrigué, gesto que agradeció. Hicimos el último trecho entre instintivas sonrisas, medias palabras y más locuaces miradas. Nos despedimos como antes, obviando los primeros pasos de la danza del cortejo, cuando no se sabe si se pisa sobre firme, con la alegre confianza de pudor ya vencido en una antigua relación.
Dichoso por la suerte de verla sin haberlo buscado, pensaba en el destino y tuve frío; se había llevado el saco. Buena excusa para volver a verla. Desperté sin peso, lleno de fácil felicidad adolescente. Mi hermano tomaba mate antes de ir a trabajar. Amargos mediante le comenté que había estado con la turca Bande en el boliche. ¿Myriam? No, Soraya. Por toda respuesta, rió a carcajadas mientras juntaba sus cosas. Todavía se reía cuando traspuso la puerta y estoy seguro que el ronco bufido diesel del De Soto escondía de mis sentidos su risa todavía.
Salí al barrio y llegué a su casa sin querer. Una vieja desgreñada y de mal humor me azotó la puerta en la cara al preguntar por ella. Quedé tan desconcertado, que un anciano me preguntó si me sentía bien. Le conté. Dijo que era absurdo porque había muerto hacía un año. Describió su tumba para que lo comprobara en persona. Poseído, corrí al cementerio. Traspasé veredas, rejas y pasillos sintiéndome un lunático. Abordé sin aliento el lugar preciso. Antes de leer su nombre, vi mi saco abrigando su sonriente retrato en blanco y negro.
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juntando papeles perdidos por oscuros rincones a bordo de la nave a la deriva alejandrocabrol@gmail.com alejandrocabrol@hotmail.com
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5 comentarios:
Perdona Alejandro, pero tengo la extraña sensación de llegar muy tarde aquí. ¿Cuántos días he dejado de venir? uffffff.
Con tu permiso me quedo a leer despacio cada una de tus entradas ... ¡¡Qué rabia hacerme mayor, y lenta!!!
Besos de susurros
Alejandro...
un relato lleno de pasajes misteriosos... muy bien logrado... sobre todo el final... que nos deja un sabor a más allá!!!
te deseo un buen fin de semana!!
hermosos días!!
beso!!
Me he quedado a leer este tu itinerario misterioso.
Saludos desde el sur de Iberia.
Buffff...que miedo!....Es genial!...Me ha encantado esta sección de narrativa y de prosa,es una faceta más en la vid de Alejandro Cabrol!....Me encanta!....Un beso Poeta.
Constance: no importa cuánto pase, siempre serás bienvenida y mejor tratada.
Úrsula, más que gracias, es solo la recopilación, con un par de detalles cambiados, de una leyenda urbana diría mundial, no?
Saludos a esa hermosa tierra de Iberia, Blas! Mucha energía y alguito de suerte también.
Graxxx Makediña, es una faceta que me agarra por épocas, como todas, tengo de todo un poco jajajajaaaa. Bye y más Lápiz!
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