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los zumbidos del final de la última ciudad de entonces
los sorprendió solos a plena luz del día
fatalmente ensimismados
/grafito infame, 8:65/
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nadie es capaz de oír nuestra historia
o leer en la árida superficie
/imaginada a cincel/
verdades últimas
cuidábamos más el fuego
en horas del zonda
porque habíamos adivinado que con todas las cenizas
rugientes rezagos de domingo
íbamos a quedarnos para siempre en la blancura de los muros
empezamos por el piso
sin pensar que un día la quiniela del destino
nos había dejado palpar entrevisión de latidos en el útero mismo del laberinto
mientras tanto lo abrigábamos
y no creo que nunca nadie haya hecho tal flama
frenético satán en algún sitio gobernado por imperios de deseo
mosaico a mosaico
mínimas erupciones fueron empapelando
esta próspera petrificación que por entonces ignorábamos
ahora funciona el frutal fracaso que nos latía mármol en las venas
y poco a poco ha mutado al ópalo de hoy
rodeados de árboles y calles
y a toda hora se sientan en los bancos sin mirarnos
salvo fotos postales o algún niño boquiabierto
que se ríe de cómo nos dejan las palomas
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