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sábado, 17 de abril de 2010

-----/Taurus Zen/-----

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aporte para http://literaturaenparana.blogspot.com/ foto temáticojocosa aportada por Graciela Chisty.

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Culpa de ella. Cada vez que nos vemos, pasa lo mismo. De un momento a otro se viene todo encima, sí o sí. Un poco se aprende a manejar el proceso con el tiempo, pero nada más que un poco, no del todo.

La conocí por mi hermana. Ella no habla de eso ni le importa, no me dice nada; a esta altura me mira y se sonríe nomás. Todo dicho. Ese brillo en sus dientes es un poco un apretón de manos; una tregua muda entre hermanos, un entendimiento que chispea en su dentadura un poco de coneja, como es toda ella, sobre todo porque siempre me trajo suerte. Creo que me puede estar devolviendo un favor sin darse cuenta, o al revés; o al revés por el lado de quién alcanza a darse cuenta, y de qué.

Decía que me la presentó ella una noche en lo de M., mientras sonaba Divididos bastante fuerte; arranqué con el pie izquierdo porque confundí su nombre. Se rió bastante. Bien!

M. es melómano y aparte fan de Divididos, o sea que también de Sumo y Las Pelotas, pero ya iban más de dos horas de Mollo y compañía sin parar. Sonaba “Ala delta”, /me acuerdo patente/ y ya la charla se había puesto interesante… pero con ese tema como que aterrizó digamos, o algo así. Yo no contaba las cervezas que pasaban por todos lados, ni los otros tragos. Llevaba la cuenta de las sonrisas y del atarse de miradas, una especie de danza, qué se yo…!

Cuestión que un estornudo, una sensación de globos oculares hinchados, /y no por mirar nada, eh?/ algo parecido a un dolor dulce creciendo en la zona baja de mi espalda. Hacía ruido al caminar, me sentía narigón y peludo… rarísimo!

El primer espejo que crucé, haciéndome el sota, decidió que ya estaba bien de tragos si no quería terminar la noche hecho suela… y eso que me las aguanto. Siempre fui el último en caer, aunque el primero con huelga de erres, con vocales empantanadas y risa exagerada, casi sin fundamentos. No, casi no: risas imposibles de justificar. Pero el del grupo que nunca ha perdido el control psicofísico, digamos, en nuestras reuniones de ese tipo.

De su lado todo parecía normal, fuera de algún brillo extra en su pelo, su cara y sus ojos, cómo no! …la voz tenuemente más musical y no animarme a mirarle los pies más que cada tanto, como quien no quiere la cosa, de pasada. Pero igual les digo: es su culpa, porque no me pasa con nadie más, che!

Ya van siete toreadas, con bandera roja y todo. Figurativamente la bandera, claro. Pero les estoy contando la primera. Vaya a saber cómo, a la altura de “El 38” ya ninguno de los dos parábamos de reírnos. El primer brindis cayó con “El burrito” y cuando empezó “El arriero” ya estábamos sentados en el rincón menos transitado del lugar. Pasamos en silencio casi todo “Tomando mate en La Paz”. Cuando sonó “Qué ves?”, aproveché la letra y le pregunté así, de sopetón. Ante su silencio risueño de miradas caídas, lloviznaron caricias y besos.

¡Qué lindo!

Cuento hasta ahí. Se han repetido los síntomas en distintas situaciones, siempre y solamente con ella, claro. Cambia el antes y el durante, pero el después evidencia que el durante cambia en parte nomás. El contexto nomás, no lo que pasa. Porque cada después que la veo, me quedan los oídos zumbando y el cuerpo lleno de algo que bien podrían ser escamas. Ella me dice que soy un toro. Por ahora no me animo a preguntar por qué...

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