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Fuimos desnudando amaneceres,
y robamos un piropo a la tormenta.
Logramos que el futuro jadee al alcanzarnos
y que el viento nos sople una esperanza.
Que importa que la vida nos trajine,
o un crepúsculo se empurpure en el umbral.
Aún en los mares transneblados,
o en la tregua encabritada de la siesta,
si el espejo nos escribe primaveras
y la carne nos borra los silencios,
todavía quedan puertos para anclar.
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