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domingo, 19 de febrero de 2012

A UN TERO PERDIDO (Arnaldo Calveyra)

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Aquí no estás. En




este jardín de niños sensatos



ni tampoco en la página



que quedó sobre la mesa.







Soy el otro del casal perdido



y te llamo con palabras.



Me despertaste en un recodo de la noche



-¿Querías decirme "Entre Ríos fue un lugar?-



y corrí a la ventana para ver llegar la visita,



golpear las manos



y ofrecerme el presente.







Deshoras contra el vidrio. Nadie.



Nada sino tu grito que se extravió de nuevo,



tu máscara de viajero sin lugar en el mundo.







En mi pueblo algunos te acusaron



de hacer anochecer antes de hora



y otros de comediante trágico.



Dicen del búho envejecido



que busca el amparo de un jardín.







Durante años esperándote



¿has estado por llegar alguna vez?,



¿por qué no apareces, hermano?







El jardín,



rectángulo plantado de abriles,



no queda lejos el río,



unas piedras atesoran la luz



que les abandona la tarde ya cansada,



la nochecita merodea encima de los plátanos



como un horizonte pronto a posarse,



tres sillas conversan en voz baja,



mi banco se apoya en la lluvia forastera.







Están cerrando,



el momentito en que los grandes aromos del morir



se cargan de fruta.







Las horas más las horas esperándote



por verte llegar con tu catástrofe doméstica,



a que tus alas se yergan con la pechera clara de ir a posarte



en un escándalo, sobre la loma junto al nido de perdíz



donde te hallé en aquél anochecer, parado



-el horizonte quedaba detrás de aquellos árboles



y se lo podía tocar con la mano.







Anochece, cierran.



Años de tantas noches.







Ni tampoco en la página donde vanamente te he



buscado.







Tu llamado irrumpió en mi sueño



como el grito de alguien



al que arrancan al tiempo sucesivo.







¿Por qué no vienes a aliviar tu vejez



en un jardín?¿ser los dos de unas tardes retiradas?







¿Ir ya por más oscuro que el jardín?



Levantarán las tres capas de silencio



y se verá el campo, el campo, el campo.











(1971)







a Juan José Saer

2 comentarios:

Mónica dijo...

Esos matices, un sendero de vida... ¡que bueno es pasar x aquí,nos asomas(ha tu manera) nuestros grandes sacerdotes argentinos de la lingúistica! un placer, luces lilas siempre.

Alejandro Cabrol dijo...

“No me has encontrado, me anduve empapando de rocío. Temprano irisado. Iba cantando, iba contándome, iba abriendo maizales con canto al canto. Los perros lo toreaban a Dios de tan visible”. /Arnaldo Calveyra/