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sábado, 24 de abril de 2010

/ suerte de columpio /--- Praedia Island, set 05

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A ella le gusta arriba
iterar el pasadizo
minado de duendes brujos
y el poder de sus hechizos.

Por veredas suburbanas
no se cansa de buscar,
afuera hay un sol espléndido,
dentro llueve sin parar.

Ella recibe de espaldas
su otra ansiada mitad
dándose vuelta a mirarla
contenta por no esperar.

Las cortinas no terminan
de esconder los mirasoles
desplegando sus rutinas
de hipnotizar caracoles.

A ella le gusta abajo
ir contemplando milagros
de confusión entre el caos
y el refugio del abrazo.

Desde lugares remotos
viene su fulgor de mar
ventanas llenas de ella
no la alcanzan a abarcar.

Traspasó imposibles límites
desde donde no se vuelve
igual que un rayo de sol
llena siglos sin moverse.

Festejo que tales chispas
tan estrecho trecho alumbren
a cada paso más cerca
de la prehistórica cumbre.

En su cofre guarda muertes
breves, casi miniaturas,
incontables e inasibles,
a veces me ofrece una.

Insiste en ver desde arriba,
reiterando laberintos
amparada por la guía
del olfato y del instinto.

Sin medir las consecuencias
al sacrificio se inmola,
me convida su costumbre
de columpiarse sin sogas.

Sus pupilas son lunares
en perlas de porcelana
pendulando desde el centro
de endeble hamaca bizarra.


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Legado /Yacarta, set 05/

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Revisionismo crónico, temprano, indolente, incoloro. Versión incluida en "Letras Vivas 2005", desde donde pretendía mirarme hacia acá. O sea, para adelante. Ahora hago el camino inverso. Dejé estructura, puntuación y mayúsculas de entonces. La foto es Paraná a principios del siglo pasado. La esquina de San Martín y Urquiza. El ex Bar Flamingo, la actual galería VM/AG property. Por este detalle de la imagen, agradezco a Gisela Altamirano, que me hizo llegar algunas excelentes tomas de entonces mailway.
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Mañana, o en el futuro,
cuando estas tristes palabras
olvidadas, releídas,
ya no signifiquen nada.

Cuando descansen sin luz
en un viejo aparador
o aun conserven la tinta
del ajado borrador.

Siendo un libro consumado
o mensajes a un amigo,
abrigando algún mendigo
o en bibliotecas de barrio;
sabré esto que pensaba
cuando no sabía tanto
y todavía creía
en encontrar encanto.

Será despedida
o reencuentro conmigo,
simple memoria de vida,
un mojón en el camino.

Cuando ya no existan más
y hayan vuelto a ser ceniza
en algún fuego barato
como acto de justicia...

O las halle sin querer
entre los papeles viejos
y las lean al descuido
un hijo, quizá su nieto,
riendo de la locura,
mamarrachos del abuelo.

Recordaré los lugares
en donde entonces estuve,
lo mucho, aunque fuera poco,
que con mi familia tuve.

Que vivir es sacrificio,
enorme malentendido,
pero el solo viaje vale
lo que se haya sufrido.

Que hay principios que no pagan,
pero traen una paz
que riquezas materiales
nunca podrían comprar.
Que la gente es engañosa
casi siempre, en general,
pero los pocos que quedan
no se pueden reemplazar.

Cada día el sol asoma
y renueva la esperanza.
Recibir es antes dar.
El arte, en cualquier modo
es la única balanza
que nos puede rescatar;
recordar esos errores
para ya no cometerlos,
jugarse por las personas
que en las malas estuvieron.

No dejar para mañana
decir a alguien: “te quiero”
sobrellevar los temblores
en los peores momentos,
y valorar instantes
de sentimiento certero.

Rencor, envidia, maldad,
son hijos de la ignorancia,
abrigar odio es perder
tiempo de importancia.

Cuando estas frases, frescas
–en el futuro, de antaño-
refuercen mi débil fe
o me produzcan más daño…

Si sirven para que un pibe
consiga el favor de ella
que tanto quiere obtener,
o bien, hacen que se anime
a buscar su propia estrella
en las letras esta vez…


Si algún día insospechado
alguien cree comprender
un cierto significado
entre líneas al leer;
o pretende compartir
los deseos y los miedos,
tal o cual forma de ver
en los vocablos que enredo.

Será una doble lectura,
o triple, o entendimiento,
tendrá su magia perdida
o un sinsabor sin remedio.
Después de todo no son
otra cosa, estas palabras,
que un llamado al corazón
a que sus puertas nos abra.

La sencilla conjunción
de símbolos ordinarios
percibidos en función
del simple signo binario.
No mucho más que herramienta
de carácter primitivo
de las cuales nos valemos
pensativos seres vivos.

Un falso equívoco al cubo,
un error multiplicado,
gran incomunicación
con palabras despistando.
Diciendo, para ahondar
en detalles, los criterios
más nos vamos alejando
hacia hipótesis de tedio.

Esa cruel tragicomedia,
la ilusión de los sentidos,
bufonada o pesadilla
de señores aburridos.

¡Pero qué grato vivirla!
Sin importar cuánto queda,
el secreto es, cada día,
como la última moneda,
gastar toda la energía
en eso que nos parezca
que vale la pena.

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/ Malhumorada amargura/ Tel Aviv, set 05

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El Puente de los Suspiros /hoy Paseo de Los Poetas. Paraná, hace un siglo. Thanks GIA
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he nacido en ácido
asido a dos dosis,
así

amargo
largo letargo
marca en karma carmesí

cual cataratas van las mal ratas
acatando atacar
atan
matas de latas a patas
saltan faltas
y las matan

a cada lado tres tarros
traen tristes torres truncas

tras trenes van torvos toros
/tus restos de retos rotos/
detrás de trotes de tropas

todo lodo
me acomodo
lo domo solo a mi modo
lo adobo
lo doro y como

me embarro en carros de sarro
enterrado hasta los codos

revierte suerte…

¡Revienten!

vientres rupestres
advierten
enclenques pestes silentes

verte
en mi muerte
y tenerte

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el filo que se espeja

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todavía algún sable despiadado
me convida sus balcones sin cornisas
en andenes penitentes
de tu albor

detiene mi trinar amoratado
de barrotes y macetas
y sonrisas

es el borde posterior de los arroyos
que destruyen arrullos
apilados

los perfumes perfectos
del abrazo
que desfila en vitrinas
sin gamuza

esta cresta de otoñal a borravina
que es metal y mineral
y Mato Grosso

todavía son las horas asesinas
que se esconden en los dientes del sigilo
las agujas tatuadoras de esta noche
más las noches que deambulan
mi delirio

una sombra gutural dentro del patio
una piedra contra el agua
/que es de vidrio/
mientras alza cataratas en los sitios
que no olvidan nuestro pulso
iluminado

todavía hay esqueletos demorados…
son las ramas ante lunas, todavía
arpegios a tres dedos
de rodillas
dos cuadrúpedos juntando sus dos manos
en las danzas del ayer
sin atavío

en las plazas, por las calles, donde ríos
van a párpados poblándose de pájaros
sin poder desdecir
ni su mutismo


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----- / Cupiste Cupido / -----

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cupiste cupido
apenas en el hueco de mi mano
en un soplo del hálito divino
que a flancos y flores
me respira

en silencios también, esos silencios
en hogazas de luz
de la mañana
hasta en nubes apretadas por las siestas
supiste caber, cupido

te busqué en el cajón de los cubiertos
hasta en ropa que no uso, y hojas secas
pero nunca aparecías

en los diarios
y en mil aires de canciones
detrás de los árboles de octubre
en los fuegos de otros ojos
y otros fuegos
y otras veces te busqué
entre los recuerdos
.
.

"starts with a sort of an electronic whispered german parlament from a celestial enviroment, something like a scratch in the back n´ neck, hypnos and pyros together, against each other, more or less like that… what d´you want /from me/? nothing at all, a new bluer kind of white, buy it by design, be all that you can be, be a winner, eat to get slimmer, it could be us tonight... fly the farest skies, and I have no purpose, and I have no reason for reasons to get back, and I have no religion, and I don´t know what is what /love/... /Zooropa/... don’t worry baby, it’ll be alright /Zooropa… / you got the right shoes /Zoorop… /to get you through the night /Zooro… / It’s cold outside, but brightly lit /Zoor…/ skip the subway… Let’s go to the overground. Get your head out of the mud, baby. Put flowers in the mud, baby. Ooooverground /Zoo.../ No particular place names. No particular song. /Zo…/ I’ve been hiding. (Well, so...) /Z…/ What am I hiding from?... Don´t worry baby, it´s gonna be alright. Uncertainty could be a guiding light. I hear voices, ridiculous voices... She´s gonna dream of the world she wants to know, baby. She´s gonna dream out loud. She´s gonna dream out loud... dream out loud. Zooropa U2"

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que cupiste, cupido
te decía,
en mosaicos suspendidos
de esas tardes
de domingos solitarios
hasta el tuétano
en las balas que no esculpen los dragones
o en murmullos de gente por las calles

que aprendiste a caber
o dejas ver
tu silueta a claridad desperdigada
entre amagues de revanchas y mutismos
cada vez que caía y me paraba
te volvía a buscar
y ahí estabas…

una sombra con solapas trasnochadas

al fin cupiste cupido
la milésima pieza de aquel puzzle
que no venden
en los puestos de las ferias
ni se ven cuando niño
/de la mano/
tras vidrieras

un poliedro hecho de tantas dimensiones
que el más tenue goteo distorsiona
y dibuja los paisajes olvidados
solo vueltos en sueños
cada tanto

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said

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have said...

that the tangible instant
hit me

and I was dancin´ around yourself
hangin´ on
handed motherhoods
glasses

head up
eyes down
enquiring the floor
don´t know what a damn
thing

have said it all
destroyed pupil
submited destroyer
among a smell
since last week

something like music
when i got to see
that voice

soaking soap
but sucking songs
in a silver late eastern
with a battle or two
of rainnin´ hair

have said


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---- / : : : / -----






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todavía huelen las pupilas
a palomas que pastaban en tu lengua
entre aires ondulados de armonía
y esos patios que bailaban
nuestros rastros

me duele la nuca
de besar tu nombre
lleno de cara
--------de lana
---de esquinas
a manos llenas

me quema pensar que tu pelo
no esté en mis días

entonces
empujo el aire
/como un mimo/
el perfume de tu cuello
me conjuro
y tirado boca arriba en un patio
donde duendes
te respiran al albor de cada sangre
que desgranas-----
----------------------------------
me despierto de las líneas transitorias
que vaciaron mi sudor
y tu saliva


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domingo, 18 de abril de 2010

---/ Intimidad /----- poema de Patricia Ortiz, querida amiga

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Amasa
la imaginación
y la deja en forma de bollo
levando cerca del fuego.

Crece
hasta rozar
los límites del deseo,
que despierta voraz en sus manos.

Laten
las yemas de sus dedos
en el amanecer
de la caricia.

La piel cierra los ojos
y se entrega al goce íntimo
del tacto.

Transpiran
los sentidos
en el caldero del tiempo.

De pronto la Tierra
arrebolada
redobla sus giros.

Oscurece en todo el mundo
mientras entre sus piernas
se agita el sol pleno
del mediodía.


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----/ cadavre exquis /----- juegos en Grupo Equis

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Hay más de una versión. Colguemos la "literaria", porque Nito y sus bromas hablan de bueyes y sus partes mojándose en el agua, en las otras...cosas así.

Doblar la hoja tipo abanico de ikebana e ir pasándola uno a uno, solo viendo lo que puso el anterior, para que tenga más emoción o misterio.

Una de entre otras tardes equis en lo de Nito, Clara, Rosana o mi casa /pocas veces/ inolvidables, divertidas, cálidas, entre amigos y el infaltable mate amargo. Fue durante 2007, según recuerdo. O a principios de 2008.
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N: Nito
Cl: Clara
R: Rosana
A: yo
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-----/ borrador de "borrador irretomable" /-----

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Una noche de invierno de 2008 no podía dormir. Una mezcla emotiva de bronca y tristeza y cansancio, entre otras cosas, me hacía dar vueltas en la oscuridad. Empecé a rumiar imprecaciones pintorescas, algo parecido a "Malhumorada amargura", del que una versión asquerosamente sobrecargada apareció en "Letras Vivas 2005".

En el antepasado acaroso de este espacio /el blog de Windows Live/ rescaté la versión original de eso, que después de todo estaba mucho mejor /o menos peor/ que la mala elección de cambiarla para la versión impresa mencionada. Creo que aprendí del error, aunque nunca se termina de aprender del todo, y no nos damos tiempo para respetar la maduración de las cosas.

Entonces decía, algo parecido a eso, que me salió un domingo de tarde de 2005. En la oscuridad, nada más que con la luz de la calle que entraba por una de las ventanas, caché el block siempre a mano y empecé a mamarrachear este borrador, que después elaboré desde lo lúdico. Quizá se entienda poco y nada. Es que entre el apuro por que nada se vuele, y la osuridad incómoda en la cama, desde el frío nocturno de ese invierno en particular, salió así.


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"borrador irretomable" es un post de diciembre llamado
-----Demasiado Raro /borrador irretomable/-----
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-----/ 14 years /-----

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"... up to my neck in sorrow, the touch you bring... you just don´t step inside to, to 14 years, so hard to keep my own head... I´ve been the beggar, I´ve played the thief, I was the dog they all tried to bit... but it´s been 14 years of silence, 14 years of pain, 14 years that are gone for ever and I´ll never have again... your stupid girlfriends tell you that I´m to blame, they´re all used-up and has-beens out of the game... bullshit and contemplation gossip their trade, if they would knew half the real truth, what would they say? Well, I´m past the point of concern, it´s time to blame, these last four years of madness sure put me straight. I tried to see it your way: won´t work today... don´t get back 14 years in just one day, so hard to keep my own head, just go away; you know... just like a hooker she said "nothing´s for free" Oh I tried to see it your way..." --------(14 Years-Stradlin/Rose-GN´R, 1992)

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Cierto que ya hace bastante puedo decir "...diez años después, mejor reir que llorar... vivir que soñar..." y eso, pero revisando papeles viejos aparecen cosas que oscilan entre la vergüenza y la temeridad. Semillas de lo de ahora. Amagues, intentos a medio camino entre la inocencia y una obscenidad impresentable.

Anyway, la idea es desempolvar recuerdos para dejarlos morir en paz. Revisionismo temprano, casi promiscuo. Pero no hay arrepentimiento posible. Airear todo cuanto más se pueda, para que circule. No tengo mucho más para decir, salvo que más o menos así escribía a mis casi veinte años.
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I N S T I N T O

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sábado, 17 de abril de 2010

-----/Taurus Zen/-----

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aporte para http://literaturaenparana.blogspot.com/ foto temáticojocosa aportada por Graciela Chisty.

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Culpa de ella. Cada vez que nos vemos, pasa lo mismo. De un momento a otro se viene todo encima, sí o sí. Un poco se aprende a manejar el proceso con el tiempo, pero nada más que un poco, no del todo.

La conocí por mi hermana. Ella no habla de eso ni le importa, no me dice nada; a esta altura me mira y se sonríe nomás. Todo dicho. Ese brillo en sus dientes es un poco un apretón de manos; una tregua muda entre hermanos, un entendimiento que chispea en su dentadura un poco de coneja, como es toda ella, sobre todo porque siempre me trajo suerte. Creo que me puede estar devolviendo un favor sin darse cuenta, o al revés; o al revés por el lado de quién alcanza a darse cuenta, y de qué.

Decía que me la presentó ella una noche en lo de M., mientras sonaba Divididos bastante fuerte; arranqué con el pie izquierdo porque confundí su nombre. Se rió bastante. Bien!

M. es melómano y aparte fan de Divididos, o sea que también de Sumo y Las Pelotas, pero ya iban más de dos horas de Mollo y compañía sin parar. Sonaba “Ala delta”, /me acuerdo patente/ y ya la charla se había puesto interesante… pero con ese tema como que aterrizó digamos, o algo así. Yo no contaba las cervezas que pasaban por todos lados, ni los otros tragos. Llevaba la cuenta de las sonrisas y del atarse de miradas, una especie de danza, qué se yo…!

Cuestión que un estornudo, una sensación de globos oculares hinchados, /y no por mirar nada, eh?/ algo parecido a un dolor dulce creciendo en la zona baja de mi espalda. Hacía ruido al caminar, me sentía narigón y peludo… rarísimo!

El primer espejo que crucé, haciéndome el sota, decidió que ya estaba bien de tragos si no quería terminar la noche hecho suela… y eso que me las aguanto. Siempre fui el último en caer, aunque el primero con huelga de erres, con vocales empantanadas y risa exagerada, casi sin fundamentos. No, casi no: risas imposibles de justificar. Pero el del grupo que nunca ha perdido el control psicofísico, digamos, en nuestras reuniones de ese tipo.

De su lado todo parecía normal, fuera de algún brillo extra en su pelo, su cara y sus ojos, cómo no! …la voz tenuemente más musical y no animarme a mirarle los pies más que cada tanto, como quien no quiere la cosa, de pasada. Pero igual les digo: es su culpa, porque no me pasa con nadie más, che!

Ya van siete toreadas, con bandera roja y todo. Figurativamente la bandera, claro. Pero les estoy contando la primera. Vaya a saber cómo, a la altura de “El 38” ya ninguno de los dos parábamos de reírnos. El primer brindis cayó con “El burrito” y cuando empezó “El arriero” ya estábamos sentados en el rincón menos transitado del lugar. Pasamos en silencio casi todo “Tomando mate en La Paz”. Cuando sonó “Qué ves?”, aproveché la letra y le pregunté así, de sopetón. Ante su silencio risueño de miradas caídas, lloviznaron caricias y besos.

¡Qué lindo!

Cuento hasta ahí. Se han repetido los síntomas en distintas situaciones, siempre y solamente con ella, claro. Cambia el antes y el durante, pero el después evidencia que el durante cambia en parte nomás. El contexto nomás, no lo que pasa. Porque cada después que la veo, me quedan los oídos zumbando y el cuerpo lleno de algo que bien podrían ser escamas. Ella me dice que soy un toro. Por ahora no me animo a preguntar por qué...

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jueves, 15 de abril de 2010

---/1793/---



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mirar de frente y llenarse
respirar tan hondo que duela
y cerrar los ojos llenos

tanto
voy
por
los
abismos
que me quedo
suspendido, mareado
la lengua pastosa de tu censo
la piel tirante de venas, de vinos en vano
una borrachera de iconicidades sinusoidales me prestan
los brazos de una muerte segura lerda y breve tras los párpados

hasta mañana
que no puedas dormir...
igual que yo

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---/1797/---

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una abeja
cupo
en
sonatas
ambidiestras

sólo una

ese fulgor frugal
de tiempos
y lamentos

tanto aire

tanta evanescencia
desprendida
de
corolas
estivales

una nieve
acre y ocre
a contramano
al revés

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domingo, 11 de abril de 2010

Wish you were here /por AC/

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Qué más decir... aparte de que es a timeless song? /o sea, una canción inoxidabe/
Que es una versión dignísima, más roquera, por la intervención de los genios de Alta Suciedad /Mark Ribot, Charley Drayton, Eddie Martínez, etc/ Que dentro de este sitio está el calendario de la gira del salmón por España para el mes que viene.

Aprovechen los que puedan, muchos los vamos a envidiar "sanamente".

Los demás, conformémonos con haberlo visto y poder seguir oyéndolo. Sigan el roll-list de abajo, enlaza unas perlitas de Obras Incompletas, el séxtuple CD con dos DVDs que salió el año pasado, más entrevistas, ensayos, backstages, registros de presentaciones en vivo all over the world y esas cosas que se disfrutan /dependiendo del momento/ más que un malbec o, en su defecto, de un cabernet sauvignon, si andamos cortos de biyuya. Salut!
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la letra, para que hagan karaoke en sus casasssssssss VAMOS TOOODDDDDOOOSSSSSS /sou, sou iu zinc iu can tel... jéven from jel...jajajaaaaaaaa

Wish you were here /Pink Floyd/

So, so you think you can tell heaven from hell,
blue skies from pain.

Can you tell a green field from a cold steel rail?
a smile from a veil?
Do you think you can tell?

And did they get you to trade your heros for ghosts?
hot ashes for trees?
hot air for a cool breeze?
cold comfort for change?
and did you exchange
a walk on part in the war
for a lead role in a cage?

How i wish, how i wish you were here.
We're just two lost souls
swimming in a fish bowl,
year after year,
running over the same old ground.

What have we found?
The same old fears.
wish you were here.


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mar garita

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“… y seré una bestia maldita, pero te amo, Margarita…” /Sobras de arte, 1990/


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cada pétalo que cae
es el crepitar del otoño
entre tus manos
mi infierno impiadoso
tu caricia despiadada

y
cuelga
de una silla
tu ropa marchita

nuestra piel de hace momentos
se otoña silente y muere y nos nace
millones de montañas rojas en cada poro
tapiza la de ahora con orugas de futuros abismos

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sábado, 10 de abril de 2010

Mirando el cielo /Con Lenys Hernández/


Mirando el cielo /con Alejandro Cabrol/




















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un pájaro sólo surca el silencio del cielo nocturno

cuelgan tientos de la cintura de la madrugada

verás que es la hora

del fuego…



intervalo que inflama un círculo de llama grana

retozan los leños al aire de ubres y fogata

huele a intemperies

rezuman elipsis…



las palabras

monedas, aire sucio las palabras

un intento que tensa las cuerdas de las venas

y nos hace sonar mal, al extremo triste de miradas que se duermen



impúdicas

se enjugan las memorias amnésicas

en su copular pretérito, y se abandonan

en la desgana que solo quedará grabada en las vetas de su testuz



entonces los suspiros arman nubes invisibles

y nos quedamos mirando el cielo

sin decir nada

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lunes, 5 de abril de 2010

El muro

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Negros del agua. Se trata, al parecer, de una leyenda originaria de Brasil (…) son enteramente negros y calvos. Sus manos y pies tienen membranas interdigitales, como las palmípedas. Según una versión, poseerían un solo ojo grande. Suelen andar en grupos, lo que es muy raro entre los seres sobrenaturales. En las siestas ardientes ahogan a los niños que se acercan al agua, o en las noches de luna, a los navegantes, tumbando sus canoas. Se los ve con frecuencia emerger de una laguna, pero al percatarse de que son observados se ocultan de inmediato.

Adolfo Colombres, Seres mitológicos argentinos, (Emecé, 2002).





De la pared acá

Me muero. En octubre Mattura decretó cuatro meses y ya es agosto; llevo más de tres semanas en su clínica. Medir el tiempo acá se complica lo indecible. Cuando lo elegí como médico personal, le pedí que fuera sincero, y ni se imagina cómo le agradezco lo directo que ha sido. Hasta parecía gozar de hablar tan llanamente. Cuando afecta al páncreas, dijo, no hay vuelta, es así. Pero conservaba alguna humanidad, algo como un respeto o una cercanía; eso era una alegría secreta para mí. Nada de aspavientos, ni ceremonias, ni grandilocuencias.

Pero ahora es de noche y estoy cansado. Lo peor es esta terapia intensiva que me pone de mal humor. En la habitación había luz y visitas, colores al menos, algún olor a naturaleza. Acá todos los días son el mismo, tartamudo.

Empecé con agitaciones en las inspecciones de obra. Replanteábamos la Ruta Nacional 12, en el tramo La Picada-Brugo y las comisiones duraban lo normal. Entonces pensé que los nervios, problemas de mis hijos, un par de pesadillas. No pesadillas, sueños sobre cosas que me dolía recordar. Cuando el puente Victoria-Rosario, fueron los primeros vértigos, y eso que estaba habituado a caminar por andamios a cualquier altura, desde siempre. Pensé que los cuarenta, el cigarrillo crónico, esas cosas. Intenté caminatas al anochecer y mejoré un poco, pero también perdí el poco sobrepeso que tenía. Y el apetito. Un día, controlando los cimientos del fideicomiso de unos judíos, me desplomé. Primero el mareo, a los que ya había aprendido a dominar, después un enjambre de puntitos grises, como la tele cuando se queda sin señal, y un zumbido; lo siguiente que recuerdo es que me mojaban la cara y el tantán latente del chichón.

Volvieron los sueños con más fuerza, esos que vomitaban mis verdaderos años de vida hacia este lado de la mampostería. Porque hay una pared de 30 con aislación acústica, térmica e hidrófuga que crece desde mis veintidós años.

Porque primero digamos por arriba lo de este lado. Augusto Pietro, ingeniero, viudo a los cuarenta; dos hijos, el casalito que todos soñamos, esas cosas, los datos filiatorios que nadie intenta recordar ni le interesa. Nada raro, se puede decir que me dejé llevar por la vida. Pero antes… porque Carolina fue un manotazo de mundo real, una buena mujer con todas las letras que nos dio dos hijos y me hizo feliz, dentro de sus posibilidades. Digo mal: me hizo feliz, fuimos muy felices, tanto como pudimos. Fue el sueño esperable de familia normal en todo sentido. Después se murió en un accidente y sufrí. Y me recuperé.

El problema es cuando la pared se cae porque no soporta el peso del alud del otro lado, de lo que no vemos. De este lado ladrillos parejos, rajaduras tenues que se tapan con pintura, enduído o llaves metálicas, cuando hay verdadero riesgo de derrumbe. A los diecisiete conocí a Sofía y no pudimos ni quisimos despegarnos. Para decirlo en una sola palabra: simbiosis.



Cimientos de la pared

Fue un martes de mayo. Nunca sabré por qué sé que era martes. Una lluvia ahondaba la indiferencia de esas tardes de otoño condenadas al olvido. Caminaba sintiendo el mal humor de la humedad a través de mis zapatos. Jonás quería que fuera a su casa para no sé qué. Las medias mojadas, amagues de estornudos, pero no hacía frío. Entonces ella de frente, sola, igual que yo. Hacia algún lado, igual que yo. Sin apuro, también como yo. Inútil negar que lo primero que pesó en los ojos fue cómo su pecho marcaba el ritmo de sus pasos empujándole insolentemente esa remera blanca con motivos pop fucsia. Entonces manos automáticas a los bolsillos de mi jean gastado, la desnudez de mi remera negra Harley Davidson y el rocío de las medias rebotando contra una sonrisa interna que intentaba no ser notada en su mirar minucioso. Su pelo. Los mechones desparejos que seguían las formas del aire sin perder unidad. Y la boca, sobre todo la boca. Ahí caí, estoy seguro. Suponía el aire que traficaba con la atmósfera, ese perfume. Primero un blanquear de dientes que no deja ver bien, como cuando se entra a un recinto oscuro desde el sol tibio. No se distingue bien nada, pero confort. Hasta que uno se acostumbraba a esa sala. Después formas húmedas y blandas, caprichosas cascadas que se entubaban un poco silbando hacia el alma de ese empujar remeras. Y el camino inverso, una bocanada viva que al salir se demora un buen rato todavía entre su coronilla y su cuello.

Resultó que Sofía, que vecina de Jonás, que miradas apenas… pero tan brillantes. Que empecé a ir más al barrio con un humor extremo al que tenía ese día, y sin que Jonás me lo pidiera. A poco, saludos de cabeza, de manos; luego Sofía, Augusto, mucho gusto, aunque ya sabíamos, cada uno por su lado. Recién para los carnavales hubo tiempos en común. Y desde ahí un carnaval extendido, pero nuestro nada más.



Crecen las hiladas de ladrillo

Claro, su familia fue una montaña de mierda en todo momento, del primero al último, y ella no podía pensarse sin su familia. Nos amábamos tanto que… inútil enumerar. Cuestión que un día me presenté a hablar con el padre para aclarar las cosas, y me encontré en una especie de asamblea familiar que fue demasiado para mí. Ya tenía diecinueve, me acuerdo. Todo iba bien, salvo que había tomado un poco y en el conciliábulo corrió más alcohol. Yo frenaba los misiles de la oratoria lo mejor posible y devolvía flores lúcidas, argumentos irrebatibles y una aguda capacidad de raciocinio; exasperante para los miembros masculinos de la familia. Entre las mujeres la batalla estaba ganada desde el momento en que puse un pie dentro de la casa, ese hecho significaba que yo “estaba en serio”, nadie entraba a esa casa si así no era.

El problema: el padre y los dos hermanos mayores; inquebrantables, cerrados, orgullosos. Ni idea cómo, en un momento las palabras subieron de tono y tuve que empezar a defenderme de las piñas que me llovían. Para peor, Andrés y Julio ligaron tupido. El padre no se metió y no sé si le hubiera pegado. De ciertos lugares no se vuelve. Los gritos de las mujeres despertaron mi razón y me fui. Ella parecía no haber estado ahí porque hubo una distancia desde entonces y ahí sí que sufrí en serio. O será que el primer dolor es el que más duele.



Asomándose al otro lado

Ahora digamos que la pared empezó a ceder dos años después de la muerte de Carolina. Entre las inconclusiones y los “qué hubiera sido si…”, una manada de bichos con forma de signo de pregunta me empezó a comer la cabeza de una manera insidiosa, como si tuviera diecisiete de nuevo.

Y fueron los primeros sueños, se repetían de a tres, en el mismo orden, con pocas variantes. O era uno solo en tres secuencias. Primera: voy caminando por las calles de mi ciudad natal y de repente oigo ruidos de cascos equinos. Miro a los lados y nada. Sigo andando y me canso, cada tanto paro. En un momento se me da por mirarme los pies y tengo patas, soy el que suena a cascos. A veces sueno a relojes o a agua. O camino entre el barro y el reloj es mi corazón, una mezcla propia de los sueños. Los caminos cambian pero siempre el ruido, el ritmo, a veces ando libremente, a veces tiro de un carro lechero, verdulero, cosas así. Lo huelo, porque no puedo darme vuelta a mirar, pero presiento que los que tiran del carro…

Otra cosa. Me empezó a parecer que ese sonido a cascos era el tic tac de mi reloj orgánico. Dirán: inferencia obvia de mi fecha de vencimiento. Pero no, era otra cosa. Algo me decía que mi lado animal, algo. Que se terminaba el viaje y faltaban cosas. No a mí, a alguna parte de mí que tenía descuidada.

Segunda: en algún momento del camino hay tomates. Sí, tomates. Veo alguno en el camino o los huelo atrás de mí al tirar del carro de las verduras, alguien come tomates a mi vista. Si no aparecen, el sonido de mi trote los alimenta, mi mente fabrica una tela roja, de terciopelo o de paño que ondea al capricho de un viento obtuso, oclusivo. Las papilas gustativas se me retuercen. Salivo mucho. El gusto a tomates me comprime las sienes. Mi saliva es jugo de tomate. Me demoro masticando las semillas. Por las venas su pulpa patente, tengo que cerrar los ojos y apretar los dientes para dominarme y volver a respirar a ritmo normal. En noches extremas he despertado amargo de sudor por haber estado en una tinaja de madera zapateando sobre una frescura suave de tomates que me ensangrienta hasta los tobillos. Como vino patero, pero de tomates. Y hubo noches de cópula. No pude ver su cara, aunque la recorrí en detalle y le hice las peores, las más hermosas porquerías que se pueden consumar en una bañera con tomates. Recuerdo que cuando quise acariciar su pelo, eran sogas pegajosas. Pero más, que en sus pezones terminaron naciendo dos pequeños huecos por donde metía mi lengua y no tocaba fondo, mientras ella me clavaba las uñas en la nuca y decía extraños parlamentos en una lengua muerta. U oraba, no sé.

Algo que siempre desemboca en perros es la tercera serie del sueño. Me torea el perro de un vecino que odiaba cuando chico, piso sin querer un perro que se cruza en mi trote, charlo con uno vagabundo que me acompaña un tramo del recorrido del día, y demás variantes. Sufro si me termino convirtiendo en perro. Mi cuerpo no es capaz de remolcar el carro. Si era nomás corcel, me pierdo, olvido la ruta, dudo. En las noches de sexo aparecen perros muertos a los costados, o por ahí, en cualquier lugar. Caen trozos frescos de perros muertos que todavía pueden moverse con sus últimos estertores de actos reflejos. Una sola vez el sueño par terminó con un feto de perro mojado entre nosotros, entibiándonos mientras descansábamos.

Recuerdo que esa mañana, además de despertarme excitado –porque cada vuelta de esas sesiones era un dolor generalizado que me parecía hacer pesar el triple, y más urgente ahí abajo-, había también un calor cremoso que llegaba hasta mis nalgas (duermo boca arriba) y empezaba a enfriar el nacimiento de mi pierna izquierda. Nada más que dos o tres veces en la adolescencia me había pasado. Era cierto que últimamente ninguna señorita, pero eso no quería decir nada. Ni en las peores sequías sexuales había pasado algo parecido.

Era cada tanto soñar así. Empeoró desde el diagnóstico del doctor Mattura. Una noche fue la peor de todas; tanto, que falté al estudio y dormí todo el día. A la tarde salí a caminar para despejarme y en la esquina de Sierra y Unamuno me encontré con don Hugo, mi vecino. Apenas nos saludamos porque iba con pasos apurados. Me di vuelta a mirarlo porque no era de andar así de acelerado el hombre. Fueron dos segundos de seguirlo con la vista, el claqueo de sus zapatos hizo que mis cinco sentidos volvieran a la realidad, porque al caminar por caminar siempre me pasa lo mismo, me hace como volar, evadirme. Llevaba una bolsa de tomates, y en la otra mano el collar del perro, que era un eco más fino y corto de su serruchar de baldosas. Entraba a la tómbola del barrio. Volví a mi rumbo, que no era ninguno fijo, como si nada.

Me empezó a picar la frente y entre los dedos. Con el tiempo había descubierto que esos signos eran un aviso, pero entonces no lo noté. Seguí caminando y volví a casa. Mientras tomaba mate y veía las noticias del día, ordenaba el living y la biblioteca. Encontré “el cartero”, de Bukowski, que don Hugo me había prestado un par de meses atrás. Lo dejé en la mesa para devolvérselo cuando lo viera asomado por ahí. Al rato oí voces enfrente, me asomé a la ventana y vi que estaba en la puerta de su casa; crucé y le pregunté qué número había ido a jugar tan apurado. Con el buen humor de siempre –y un poco irónico- que tanto disfrutaba de él, me dijo:

-El tres dieciocho. ¡La sangre! Es que mi mujer se cortó tres veces el mismo dedo en la
semana y sangró mares… es que ya está vieja y chota, la pobre, jejejeee.

Me ofreció un almanaque de mano, de esos que regalan para promocionar las agencias de quiniela. Lo guardé en el bolsillo y seguimos hablando un rato, hasta que lo llamaron a cenar. Saludé de lejos a doña Ángela, le elogié el olorcito del estofado que llegaba hasta nosotros, y bromeé que si los tallarines estaban igual de ricos, ya mismo traería un vino.

-¡Déle m´hijito, venga nomá sin trái nada!

Agradecí sonriendo, prometiendo que otro día… en ese mismo momento me vinieron a la mente varias veces como esa, en que había prometido futuras visitas que jamás cumplí. Amigos, conocidos, parientes. Nunca supe la razón de ese “no querer molestar” que me había alejado lentamente de todas mis relaciones. No era que estuviese arrepentido, pero me había vuelto una especie de isla humana. Una soledad ambulante, más aún desde mi viudez.

-¡Perómbre… no sea vergonzoso! Con los años que hace que nos conocemos y nunca comimos juntos. Déle, quedesé! Vamos! Viejo, decíle al mozo que no searisco!

Por sus palabras, pero más por el calor de ese deja vu que me humedeció la cara, me dejé quedar a cenar, aunque no fuera mi costumbre, y sí demasiado temprano para comer.

Charlamos de bueyes perdidos, de la familia, de las cosas de siempre. Agradecí el tacto de que no fueran muy preguntones. Dos horas después estaba de nuevo en casa. Antes de ducharme vacié los bolsillos en la mesa de luz y a la vuelta noté el almanaque de números y sueños. Fumé mientras escuchaba el preludio de Tristán e Isolda dirigido por Mahler, uno de los fragmentos que siempre me funcionaron como una ducha interna, y me acosté. Siempre era música clásica o jazz. Billy Higgins, Haden, Baker. Esa noche fui Tristán parejero, sin tomates. De Isolda, nones, pero la recordé hacia el final, cuando un perro muerto de hambre me toreaba como si fuera el diablo mismo.



Trepar antes de saltar

Era sábado de limpieza, los chicos no vendrían –de nuevo- y con total parsimonia me dediqué a un orden básico. Escoba, nada de baldes ni trapos de piso. En el dormitorio, la mesa de luz estaba atestada de cosas, como siempre. Una maldita costumbre que conservo de chico, por compartir la habitación con mis hermanos, allá en Liebig, entre la nada y los yerbatales misioneros, y millones de insectos. Mis abuelos habían venido de Brasil y nuestra casa, según su tradición, era básicamente un galpón común, sin divisiones, pero a nadie faltaba su mesita de luz. Fueron pocos años, pero se ve que caló hondo la automatización de poner siempre todo allí, el único lugar donde nunca te tocaban nada. Chinchiviras, monedas, figuritas, la escarapela, el único par de medias sanas, para que no se perdieran.

Entonces: un pantalón, la billetera, los cigarrillos, una servilleta usada de posavasos, dos encendedores –sí, dos-, el diario de algún día, un cd de Bach, algunas revistas y varios caramelos, más un botón que llevaba allí ya varios sábados porque no recordaba a qué prenda pertenecía, y el almanaque que don Hugo me había dado.

Me levanté de la siesta y me hice los amargos de siempre, descubriendo los números correspondientes a cada sueño, y viceversa; me puse a pensar en los míos y me reía solo al pensar en echarle unos pesos al caballo, a los tomates y a los perros. Veinticuatro, cuarenta y seis, cero seis. Los repetí de nuevo. Otra vez. Empecé a atar cabos… me dio un frío de nicho al darme cuenta que…

Desperté en el hospital sin saber dónde estaba, cuándo era. Me dijeron que me vieron salir pálido a la vereda de mi casa, con la mirada desencajada y me desplomé. No me acuerdo de nada, absolutamente. Ni de lo más mínimo.

A los pocos días me dieron el alta y volví a casa, con licencia de trabajo por diez días. Era el teléfono de Sofía, el de su casa en nuestro pueblo natal. Cuatro dos cuatro cuatro seis cero seis. Claro, al cuatro lo habían agregado unos años después, hacía ya algunos. ¿Cómo no fui capaz de darme cuenta antes? ¿En qué estaba pensando para no verlo? Era claro, innegable, obvio hasta la vergüenza. Pensé que la mente es un mueble extraño. Un buzón tan capaz de los detalles más insignificantes, como de las pérdidas más escandalosas.

Daba vueltas en mi casa. Levanté mil veces el teléfono y una más que esas lo colgué. Dejé sonar un par de veces algunas de las tantas y cortaba. Hasta que una vez, como en el aire, con el estómago al revés, con las palpitaciones que me hacían asirme a cualquier cosa en ese balcón de vacío, negro entero, no solo picándome la frente y entre los dedos, sino con el cuerpo entero fagocitado por un enjambre de ararás…

-¿ Hola…?



Del otro lado

Era ella. O lo que quedaba de ella. Requechos viejos y extraños. Una asquerosa y preciada alteridad alterada por los años y los desencuentros y los descuidos, las renuncias. Un punzón del pasado, ahora al rojo vivo, que millones de días de silencio habían alimentado hasta convertir en un taladro de pozo petrolero. Esa negritud que salpicaba el cielo y manchaba cada detalle hasta el delirio, hasta la náusea. Me acosté a dormir arrastrando los pies como si tuviera noventa años. Llegar a la cama me valió una campaña del desierto, me tiré a morirme, ni más ni menos. Calculo que debo haberme dormido antes de contactar la superficie áspera, amarga, fría de negaciones a contramano del colchón.

En algún momento desperté. Era de noche. Los ojos se me cerraron de nuevo. Anduve por las calles de la infancia. Vi el viejo Valiant de su padre, me enceguecieron sus faros ambarinos. Olía la primavera en los odiosos jazmines de la cuadra. El limonero de Don Reyes estaba más tupido que nunca y ese amarillo blanqueaba bajo el toldo de la noche. Crucé el portón de su casa en silencio. Me apoyé en la pared varios minutos, fumando. Me pareció oírla hablando en neutro con alguien ahí dentro. A los costados me empezaron a crecer todos los días juntos, desde el primero. Me perdí en ese laberinto equívoco, imposible. Oí su voz. No aguanté más, salí corriendo, me fui sin mirar atrás, mis pasos tenían un brío oscuro de perdedor.

Desperté de nuevo, el doble de desgano pero de día. Con la poca lucidez que conservaba llamé a una ambulancia. Ni moverme podía. No recordaba la última vez que había comido, pero igual estaba lleno de un cemento intangible, todopoderoso. Atiné a tocarme la cara y tenía la barba crecida, aunque el paisaje más allá de la ventana más próxima, era el mismo que cuando me dormí. ¿Cuánto tiempo había pasado? No podría calcularlo, pero mínimo dos días.

Y acá estoy. Me muero, me estoy muriendo doctor Mattura. Gracias por todo. Su cuerpo de enfermeras es aséptico y exacto. Siempre listas, muy poca emoción trasciende sus rostros. Parecen andar justo a tiempo en todo, aunque ya le dije que acá es un solo día, la misma hora. Así será la eternidad? Un asco esterilizado, una revulsión inmóvil, inmutable. Una verdadera mierda, doctor Mattura. Gracias por todo igual. Usted fue buena gente conmigo.

Me siento morir. De esta noche no paso, seguro. No tengo fuerza ni para abrir la boca, ni para intentar ser educado con quien se acerca a atenderme, esas eventualidades que trabajan, cumplen funciones, se ganan la vida en este circo fétido, como yo construyendo sus carpas apropiadas; ni de pedir un espejo que me encaje el patadón final al otro lado me dan ganas. Aquella asepsia de gusanos hirvientes que me termine de reducir.

Esta tiene que ser la última noche, por favor. No aguanto más tanto tubo. Mis venas, mi garganta, mis genitales son auxiliados por tuberías que drenan la bazofia. ¡Basta de extender la pesadilla esta! ¡Que se acabe de una buena vez!

Pero no tengo ánimo ni para decirles. En cambio me deleito viendo la transparencia del suero. Este goteo mudo, toda la acción que puedo ver aquí y ahora. Un espanto redondo, incoloro, un asirse a la gravedad arrastrándose entre los tubos, para perderlo de vista enterrado en mi muñeca, de donde me arrastra para conservar viva mi gravedad. Qué preciosa ironía. Cómo se reiría don Hugo si le contara que soy una especie de espécimen dentro de una cápsula plástica. Un feto de fetidez suspendido en caldo prístino a la vista de quienes circulan por el museo de la clínica, una bolsa de desangramiento que cuelga en lo alto, a través de una sonda hacia esa agonía, ahí abajo. Suspendido, me diluyo torrente lerdo por un tobogán hasta que todo se ennegrece.

Goteo mudo. Pero de alguna manera empiezan los cascos a ese ritmo. Soy liviano otra vez. Empieza un sonido y ya no estoy tan gris. Ahora veo en colores. Ahora lato el goteo, mis músculos se excitan y otra vez las luces del barrio, la música de los vecinos sentados en las veredas mirando a los extraños con caras de nada. Los saludan. Allá sí se saluda a los desconocidos que transitan las veredas del barrio.

Sonoro goteo. Blanco, redondo. Debe ser la pileta del baño. El de al lado de su pieza. El tapón hacía equilibrio y de alguna manera ha caído justito sobre el goteo y atinó el hueco. El sonido se agloba, se dilata, sube. La gota tiene algo de inercia y crece. No alcanzo a verla pero la siento, duerme. Está rodeada de sus cosas cotidianas, de todo lo que pude darle y hubiéramos compartido. Es pobre, no parece haber hijos ni marido. Una austeridad mustia. Los objetos sencillos y desgastados. Eso me entristece un poco, pero ella decidió. ¿Cómo obligarla a ir contra su voluntad?

Duerme en la misma posición de antes, de costado, de frente hacia la pared. Tiene canas, el pelo más corto y crespo. Su cuerpo no ha cambiado mucho. Ha perdido firmeza y deseo, goce y color. Es una merma de sí misma, una promesa tonta en su rincón con manchas de humedad.

Quiero verle la cara, y para eso debo esperar el crecimiento de mi frontera de agua. Los bordes de la pileta, las baldosas viejas, el vano de la puerta. La frontera acaba de salir del baño y estoy más cerca, ya puedo olerla. Mis confines alcanzan por fin las patas de su cama… ¿Responderá dormida, como antes? ¿Querrá explicarme aquél no rotundo, esa pared que nunca supe derribar?

Está por amanecer. Que se dé vuelta hacia acá antes de abrir los ojos. Me muero por verle la cara, me muero. Me estoy muriendo. Dale, por favor, date vuelta sin mirarme, sin despertarte todavía. Porque cuando abras los ojos y putees y agarres secador y estropajo, ya no voy a estar acá, y se van a haber caído todas las paredes.


.....................................................................Alejandro Cabrol

domingo, 4 de abril de 2010

Bailando con tu sombra (Alelí) de Victor Heredia

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De este lado empieza el otoño. Ya empezó, pero ahora se impone, se hace notar. Es abril y la melancolía, esas cosas. Me acordé de una canción bastante vieja y trágica. Linda melodía y gran letra. Les dejo el link.

Hoy es domingo, abril y otoño... por esooo!!!



http://www.youtube.com/watch?v=GPaKtSVYA5Q&feature=related


"¿Quién podrá quererte
como yo te quiero, amor?
¿Quién, pregunto, quién
podrá quererte como yo?"

Siempre lo decías y me atabas a tu piel
con ramos de besos y escuchábamos caer
sobre los techos de cinc
lluvias de otoño en abril.

Tengo esa nostalgia de domingo por llover,
de guitarra rota,
de oxidado carrusel,
Ay! Alelí... pobre de mí.

Yo te desnudaba para ver como era el mar
y el mar se enredaba mis deseos de volar
íbamos tan lejos que olvidábamos volver
nos traía el ángel ciego del amanecer
y se acostaba a tus pies
como un gatito siamés.

Tengo esa nostalgia de domingo por llover
de guitarra rota, de oxidado carrusel
Ay! Alelí... pobre de mí.

Esta noche quiero que bailemos otra vez
la canción que el viento nos cantaba en el ayer
ya sabrá el infierno como hacer para aceptar
que baile en mi celda con tu sombra sin parar

¿Cómo he podido matar a quien me hacía soñar?

Tengo esa nostalgia de domingo por llover
de guitarra rota, de oxidado carrusel
Ay! Alelí... pobre de mí.

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colofón

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colofón.

//1.m.
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arpa imposible
de noche
contra mástiles blandos
de un pez espada sin rumbo...

/dícese también/

de los torcimientos ambidiestros
que irremediablemente
nos dejan con sed
y la cara roja

//2.f.s.
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arpón certero al ala izquierda
despiadado/púa impía/desangramiento
ella demasiado del otro lado
y enmudece

//3. v.tr.subj.
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papeles que queman los ojos y viceversa

//4.rioplat.
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si estuvieras aquí
no haría falta desembolsar
la ropa de invierno
ese peso áspero
que llena todo de pelusas

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