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lunes, 1 de febrero de 2010

varios días



... hace varios días ya que la niña no aparece por ningún lado. Me he sonado la nariz en repetidas oportunidades y revisado minuciosamente, he olido (huelo) pimienta para estornudar y verla aparecer en un spray repentino, reviso cajones, estantes y rincones; sacudo los libros que están bien abajo, abro las puertas del placard para sorprenderla durmiendo en algún jean doblado... y nada.

No es que no la vea, el tema es que a veces el ojo material también necesita de saciedades, cosas como un caracol, una manzana, esos menesteres básicos. Como cuando pica una oreja y es vital mojarse el bolsillo del saco antes de acostarse a dormir, o hay que rezarle a la vida una canción antigua para que no la olviden; rotar repetidas veces los dedos de los pies en orden de que todo vaya confluyendo finalmente en ese puntito exacto que se parece a un ombligo, el botón de alerta naranja que agita el avispero marip/rosaico y nos hace lamernos los labios en un gestito entre divertido y nervioso con todo y dientes.

Y más de una vez ha sido despertarse con su gusto a pana, los dedos llenos con su tacto de vidrio blando, de ruidos curvos, de crema moka. Y casi siempre ha sido dormirse despierto. No así, así: cerrar los ojos para estar más atento que nunca, seguir con minucia de lado a lado ese enjambre de pelusas o insectos que pululan en el interregno acuoso, en la frontera apenas, esa, entre ver y no ver, como amebas indecisas pero exactas, como respuestas en un idioma fractal, inasible, morado.

Consejo: para examinar mejor esos bichitos pulposos multiformes, conviene cerrar los ojos de frente al sol y dejarlos que hagan sus piruetas acordes a la dirección de las pupilas, en seguida uno se desayuna que al final los ojos son una pecera ojo de gato, un estanque encerado para arquitecturas líquidas, además de portal perceptivo, fuente de lágrimas futuras, la válvula de escape del dolor, algo así.

Decía que no aparece por ningún sitio. Abro las ventanas y las puertas antes de que el cartero llegue y recite a capella su amanecer ensobrado; a veces veo sus rastros tenues. A veces un incierto desorden de papeles, la botella de agua en la mesa, un suave olor a almendras tibias; también un escozor en el cuello, en la espalda, unas huellas húmedas de horma treinta y seis en el piso que salen de la ducha y acaban en la ventana que da al este, previas piruetas que se mapean locamente de allá acá.

Sigue sin aparecer. Qué lástima che, y estas ganas de verla hacen su caminito de hormigas irregulares, a la vez tan parejitas entre el paladar y mi almohada, una convocatoria sinuosa del carpo anular al talón atenazado por dos ristras de premolares blanquísimos y brillantes... es ella. Acurrucada a los pies de la cama, contra el alféizar de la ventana, chupándome el dedo gordo del pie izquierdo con la mirada... y con una sonrisa que murmura varios párrafos por ahora postergables, porque no se entiende bien lo que pregunta o dice cuando está medio dormida...


.

3 comentarios:

Makeda dijo...

......... (Makeda se quedo pegada a tu dedo).

Soledad dijo...

Hace varios días que estaba por leerte, hasta que por fin lo logre hoy. Ya lo he leído dos veces , me parece que tengo que leerlo otra vez mañana. Aun así es interesante que a pesar de tan buenas descripciones que captan el interés de seguir leyendo, no puedo llegar! ... me quedo con preguntas! un abrazo!

Saludos ,
Sole

Alejandro Cabrol dijo...

makeda anguila jajajajajaa

Sole: cierto que está bastante loca, inconexa de a ratos; es simple desde lo gráfico, son fotogramas de alguien solo en un cuarto imaginándola