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sábado, 6 de febrero de 2010

mamushka de sueñomos (sueños+gnomos)




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Anoche volví a hacerlo, después de casi dos años. No sé como decirte, fue una sensación horripilante, desesperante, de enorme ahogo… como si en algún punto del espacio intermedio el hilo se hubiera roto. Y cuando digo hilo me acuerdo, lo siento, lo palpo, lo lamo casi con frenesí, vuelvo a vivirlo ya restablecido del todo, en calma y con profundidad, intenso.

Pero anoche era un hilo marioneta. Uno de esos vínculos entre pescador y ser acuático que se manifiestan desde la alteridad de caña, de un lado, y desde la propia jeta rajada por anzuelos del otro. No sabría explicarlo, porque no era una relación desigual entre pescador y pescado. Era más bien como si de ambos lados los hilos terminaran en millones de ganchos ínfimos dulcemente incrustados en cada miembro, y luego un tirón, como una extirpación de pituitaria violenta y sin anestesia, un vacío palpitante en la contracurva superior del paladar. Un manchón negro en el pecho, a siete centímetros de profundidad, con límites desparejos y de tendones con sus hilillos desgarrados.

No sé si habrá sido la distancia, la sed emotiva, la atmósfera de la noche que pedía par, o una pesadilla malsana en plena vigilia. La verdad no sé. Sólo sé que estaba roto, suspendido.

Empezó a las nueve y media de tu lado de la noche, espontáneo, crudo, repentino. Miraba la luna y ecos laterales disonaban en todas direcciones. Después de bañarme salí a caminar porque no aguantaba que me entrara tanto aire puro, era la amplitud de garganta luego de la ablación. No sé cuánto duró, no sabría decirlo. Pero diría que cuatro horas seguro, como mínimo.

Flotaba dibujando arabescos en un remanso tibio y estancado en cuya superficie la luz de la luna también dibujaba a su antojo. Un desfile de días y de cosas y de gente, de verdad bastante indiferente, aunque de alguna manera tenían que ver con nosotros. Raro, no se deja explicar, como todo lo que nos pasa siempre: tan nítidamente claro que se nos hace inasible y las palabras naufragan cada vez que intentan acercarse al reino. Como si una marcha de incontables días detrás de un camino de hormigas nos ayudara a sitiar su fortaleza, cuando todo lo que hace es mostrarnos sólo algunas de sus puertas más externas. Así de indirecto, y por eso mismo más innegable, imposible de ser falsado.

No sé si andabas gris o lejana, apagada o apocada, triste o ida, en la cama o sentada en una vereda con la mirada perdida y la garganta cerrada. No sé si eras la isla, el agua, la canoa, el pescador, un hipocampo o ese mantel de cielo que aspiraba y empujaba contra el agua al mismo tiempo.

Cuando desperté lo recordé enseguida, no me había acostado boca abajo. Hacía casi dos años que no lo hacía. Entonces, entre las ganas y la duda, entre el sopor y un mareo, me quedé así, asido a los extremos de las sábanas para no caerme del pedazo de madera. Una boya suelta con un poco de hilo que colgaba sangrante y sus espasmos rojizos se diluían entre las fauces marrones del remanso, que sudaba copiosamente. Nada más quedaba esperar que los caprichos de la corriente me devolvieran a suelo firme en algún momento. El desfile funerario circundante sonaba a ramalazos tenues, y a dedos curtidos sobre el corazón desnudo. Un gnomo falaz que caminaba a los tumbos por un suelo fangoso que amenazaba mandar la balsa al fondo del estanque triste.

Todo volvió a la normalidad al amanecer, momento/proceso en que la luz disfraza cada contorno cierto con un manto definido, racional, firme, y exorciza cada duda en un chasquido. Medio ojo abrí nada más. Y un amague de sonrisa al ver que el gnomo asido a la madera eras vos en mi pecho, que sin querer me habías dejado un mechón de tu pelo en la boca, esos hilos...

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3 comentarios:

Néctar dijo...

¿Desde dónde estamos vinculados? ¿Cuándo decidimos cerrar los ojos para que el alma no se quebrara? ..
Tiempo tan raro de explicar como sus espacios, viles sueños de un destino

Néctares

Anónimo dijo...

Yo siempre duermo boca abajo. Lacté

Alejandro Cabrol dijo...

Destinos vinculados para sueños de ojos quebrados Néctarnéctarnéctar

Yo ya no más hace bastante Lacté, es como si no descansara, despierto extenuado